¿Qué ocurrió? El pasado viernes 3 de enero, el gobierno de EU envió un ataque con ‘drones’ al convoy en donde viajaba Qassem Soleimani, el líder de las fuerzas de élite de Irán, cerca del Aeropuerto Internacional de Badgad, en Irak, en donde tanto Soleimani, como Abu Mahdi al-Muhandis -el segundo líder del movimiento de milicias pro-iraníes llamado ‘Fuerzas Populares de Movilización’-, y ocho personas más perdieron la vida. El líder supremo de Irán, el Ayatola Ali Khamenei condenó el ataque de manera categórica y juró vengarse de manera “severa”. Asimismo, el presidente de Irán, Hassan Rohani advirtió que Estados Unidos “será testigo de las consecuencias del asesinato”. Por su parte, el gobierno de Irak calificó el ataque como una violación a su soberanía. No obstante lo anterior, las respuestas no han quedado en esa narrativa inicial. Por un lado, el parlamento iraquí votó el domingo pasado a favor de una resolución que demanda la expulsión de los poco más de cinco mil soldados estadounidenses que se encuentran estacionados en Irak. Por otro lado, hace dos días el gobierno Iraní anunció su salida del pacto nuclear -firmado en 2015 y que a pesar de la salida de EU en 2018, todavía tenía con los demás signatarios: Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia y China-, y el grupo terrorista somalí al-Shabab, perpetró un ataque a la base militar de los Estados Unidos en Kenia, que cobró la vida de tres ciudadanos estadounidenses.
¿Qué puede ocurrir hacia delante? En la opinión de varios analistas y expertos en el Medio Oriente con quienes coincido, el gobierno Iraní no tiene los recursos ni militares, ni económicos, ni políticos -primordialmente alianzas-, para declarar una guerra abierta en contra de los Estados Unidos. Es decir, la probabilidad de observar una ‘Tercera Guerra Mundial’ como se ha pensado por muchos años -que incluya detonaciones de misiles balísticos ínter-continentales con ojivas nucleares-, se percibe muy baja. Sin embargo, se teme que la respuesta militar de Irán se lleve a cabo vía actos terroristas, en donde es muy difícil responsabilizar a un gobierno. En este sentido, se cree que estos ataques podrían ser tanto de carácter físico, como ciberataques. Cabe señalar que aunque se piensa que Irán no tiene capacidad nuclear, ni balística para llevar a cabo ataques como los que podría hacer Rusia, por ejemplo, sí se considera que podría ser capaz de detonar un explosivo nuclear de fisión con capacidad para destruir una comunidad o ciudad de 200 mil personas, en algún lugar cercano en Medio Oriente.
¿Cómo le puede afectar a México? Además de la afectación que puede tener un escalamiento de tensiones geopolíticas a nivel global como este, que se refleja rápidamente tanto en un incremento considerable en el precio del petróleo -y posiblemente sus derivados-, así como flujo de capitales a activos considerados como de ‘refugio’ -e.g. bonos del Tesoro Americano-, se encuentran también algunos más estructurales, como el incremento de seguridad en los aeropuertos, fronteras y aduanas. Por un lado, el precio del petróleo aumenta debido a que un escalamiento geopolítico con Irán puede hacer que disminuyan o de plano se cierren las operaciones mercantes en el ‘estrecho de Ormuz’, por donde diariamente se transportan alrededor de 17 millones de barriles de crudo, que representan actualmente cerca del 22 por ciento de la producción mundial de petróleo. Por otro lado, la incertidumbre que generan este tipo de tensiones geopolíticas, así como el incremento en el gasto tanto público, como privado en actividades poco productivas, pero necesarias, como las de seguridad, pueden provocar una desaceleración económica, que en el entorno actual, pueden significar ‘la gota que derrama el vaso’ para caer en una recesión económica global. En el caso particular de México, lo más relevante es cómo se comporta el precio del petróleo, con respecto a sus derivados, particularmente la gasolina y el tipo de cambio peso-dólar. Así, si el incremento en el precio del crudo es igual o mayor al de la gasolina y el peso se mantiene relativamente estable, no hay ningún problema en las finanzas públicas de nuestro país y no se observará un incremento significativo de la inflación por causa de un aumento en los precios de las gasolinas a nivel local. El problema potencial es que el precio de la gasolina se incremente considerablemente por encima del aumento en el precio del petróleo y que además, la
aversión al riesgo global propicie una depreciación importante del peso frente al dólar. Eso sí implicaría un tema ya sea de finanzas públicas, si no se desea aumentar el precio local de las gasolinas o un tema inflacionario, como ocurrió en 2017.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.