Juan María Naveja
En varios medios de comunicación aparecen los militantes de la llamada 4T que defienden a ultranza todas las acciones del gobierno federal, en particular las del presidente. A otros de plano los han contratado, cosa que en otros tiempos ni siquiera los hubiesen invitado a una entrevista de coyuntura. Pero lo más grave es que cada vez son menos los críticos.
López Obrador asegura que hay libertad de expresión y que ellos no intervienen en la política editorial de los medios, y casi le creo. No dudo que en muchos medios ni siquiera hay necesidad de que les recomienden cambios, lo hacen por cuenta propia tratando de quedar bien, unos con la esperanza de ser incluidos en los presupuestos y otros para alinearse para que sus negocios no sean motivo de persecuciones o descartados de algunas licitaciones.
Me pareció inteligente la posición de Carlos Loret de Mola de no responder cada que López Obrador lo menciona en las mañaneras, “ya llegará el momento”, ha dicho el periodista hasta hace poco una de las figuras estelares de Televisa.
Brozo informó que terminó su vinculación con la estación de radio por la que transmitía en las mañanas y regresará por sus redes sociales en enero.
Jorge Castañeda intempestivamente salió de Radio Fórmula y me dicen que dejó de escribir en El Financiero porque no aceptó que le pagaran menos; el hecho es que de momento el excanciller está fuera de los impresos, sigue en Televisa y como es una opinión respetada y autorizada, algunos programas lo buscan para que opine de los temas que domina.
Es falso que estemos ante una libertad inédita, se sabe de presiones y regaños, con o sin la autorización presidencial. Quienes ya tenemos un tiempo en esto vivimos los tiempos en que se controlaba a los periódicos con la venta de papel que era monopolio gubernamental, las concesiones de radio y televisión bajo el control de la Secretaría de Comunicaciones y las amenazas de Gobernación.
Sí también había ¿Hay? Corrupción a través del pago y control de la publicidad y el embute o chayote como se llama a las dádivas que reciben algunos periodistas.
Las cosas fueron cambiando desde tiempos de Salinas de Gortari, con Zedillo hubo una casi total apertura y de entonces a la fecha hay condiciones para el libre ejercicio del periodismo.
Como ahora, se acostumbraba incluir entre los analistas o comentaristas que representaban la voz del gobierno en turno, entonces y ahora los empresarios los reciben y a veces hasta los piden.
Cada gobierno traza su programa de comunicación, a ninguno le gustan los medios y está bien, el poder y el periodismo corren por senderos distintos. Debe haber civilidad, pero sobre todo respeto.
López Obrador ha preferido seguir con el modelo que usaba en la Jefatura de Gobierno con ruedas de prensa mañaneras. A diferencia de entonces, ahora ocupa la presidencia y lo que diga o deje de decir tiene resonancia en todos los espacios periodísticos durante las 24 horas.
Antes era un reto interno en las redacciones no llevar entre las principales una nota del presidente, ahora parece imposible; hay quienes creen que es mérito de López Obrador, tal vez así sea…
En la erosión que vienen sufriendo las instituciones no se debe permitir que se incluya a los medios y en consecuencia a la libertad de expresión. En México ha costado mucho en tiempo y hasta en vidas.
Hay periodistas y medios que vienen sosteniendo una terca defensa de su libertad, a pesar de las agresiones a través de las redes sociales siguen con la misión periodística, aunque cada vez sean menos.