Miles de personas se han reunido hoy en el centro de Londres para pedir un segundo referéndum sobre el Brexit, en el que puedan pronunciarse sobre el nuevo acuerdo suscrito con la Unión Europea (UE), optar por una salida abrupta del bloque o permanecer en él.
La marcha por un voto popular, convocada por People’s Vote, prevé reunir a un millón de personas que se dirigen a Westminster, sede del Parlamento, mientras los diputados debaten en una sesión extraordinaria el nuevo pacto suscrito entre Londres y Bruselas.
Los manifestantes escucharán discursos de políticos y celebridades que apoyan el voto de «confirmación», como se ha denominado a ese segundo posible plebiscito, mientras portan banderas proeuropeas y pancartas críticas con el primer ministro británico, Boris Johnson.
Entre proclamas por un segundo referéndum, un grupo de asistentes arrastra una carroza con una imagen diabólica de Dominic Cummings, el principal asesor de Johnson, a quien maneja como un títere.
Los organizadores de People’s Vote (El voto del pueblo) también están pidiendo a los congregados que firmen una carta dirigida al primer ministro, a los líderes de la UE, parlamentarios y eurodiputados, para que permitan «la oportunidad de verificar» si quieren ejecutar el Brexit previsto para el 31 de octubre.
El nuevo acuerdo de divorcio entre el Reino Unido y la UE, al que han llegado este jueves Londres y Bruselas, se enfrenta todavía al espinoso proceso de ratificación en la Cámara de los Comunes, que ya tumbó en tres ocasiones el anterior pacto y donde tampoco ahora hay una mayoría clara que lo respalde.
Precisamente, una de las enmiendas al tratado que se votarán en esta jornada rechaza un Brexit a las bravas y solicita un segundo plebiscito, como demandan miles de personas hoy en las calles de la capital británica.
El primer ministro ha insistido en que está comprometido a cumplir con el calendario del Brexit, con o sin consenso, pero puede verse obligado por el Parlamento a pedir un nuevo retraso de la ruptura con el club europeo.
Tras regresar triunfante de Bruselas con un nuevo acuerdo bajo el brazo que todos calificaban de imposible, Johnson debía someterlo a la aprobación de los diputados para poder sacar al país de la Unión Europea, como prometió, el día 31.
PARLAMENTO TIENE ÚLTIMA PALABRA
Pero el voto que debía determinar la suerte del país, tras más de tres años de caos y división, se veía amenazado por una enmienda, impulsada por el diputado independiente Oliver Letwin, que de ser aprobada aplazaría la adopción del texto.
Obligaría además al gobierno a pedir una nueva prórroga del Brexit, inicialmente previsto para el pasado marzo y aplazado ya dos veces.
La política británica está paralizada por esta «única cuestión que la cámara parece incapaz de resolver», afirmó Johnson ante los diputados, convocados en sábado por primera vez desde la guerra de las Malvinas en 1982.
Y les instó a aprobar su acuerdo: un nuevo aplazamiento sería «inútil, costoso y destructivo», lanzó.
Si la enmienda es aprobada, el gobierno podría seguir adelante con la votación del acuerdo pero, aunque obtuviese luz verde, su adopción quedaría suspendida y Johnson debería pedir un aplazamiento del Brexit al final del día.
Pero el texto también podría ser estrepitosamente rechazado, como ya pasó tres veces con el precedente acuerdo negociado por la anterior primera ministra, Theresa May, especialmente dada la oposición del pequeño partido norirlandés DUP, aliado clave del gobierno.
Si el texto es rechazado, el país se hundirá más en el caos y arrastrará con él a una UE hastiada por un tema que ya ha dado por cerrado dos veces. Estaríamos «en una situación muy complicada», reconoció el viernes el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.