Debido a la saturación, los albergues Casa Madre Asunta y Casa del Migrante, ubicados en Tijuana, se han convertido en una especie de cárcel en la que el desgobierno y los cobros ilegales a quienes buscan refugio para pasar, al menos unas noches, se han sumado a la cotidianidad de los días.

La Casa Madre Asunta nació hace 25 años como un asilo para brindar apoyo a mujeres y niños migrantes. Ahí llegó Suyapa Pineda, proveniente de Honduras, quien narró a La Razón que en el albergue hay 10 mujeres que cometen abusos contra las demás que, como ellas, aguardan en espera de concretar su petición de asilo a Estados Unidos. Acciones que cometen sin que las encargadas del lugar intervengan.

“Se han apropiado del lugar y se encargan de ordenar lo que se hace; quién lava los pisos, quién cocina, quién limpia los baños. Ellas no hacen nada, sólo están acostadas, esperando a que las demás las obedezcamos”, relató. 

La joven de 32 años, madre de tres menores y con un futuro incierto, expresó que en el lugar sólo estuvo 10 días, pues un requisito para quedarse era sufragar ciertos artículos, aunque no tuviera dinero.

“Una de las chicas ya no me quería dejar entrar por ‘sus pantalones’ y, aunque ya le han avisado a la responsable, nadie les dice nada, porque ya tienen tiempo en el albergue y se sienten dueñas”

Suyapa Pineda
Migrante hondureña

“Tenemos que comprar nuestro papel higiénico, nuestras cosas porque sólo nos dan una sola vez, cuando llegamos, de ahí tenemos que hacernos cargo, aunque no tengamos dinero. Yo no tengo dinero, no trabajo, pero me exigen hacerlo; además otras mujeres me ordenan lo que debo hacer mientras ellas acaparan todo”, expuso.

La comida es otro problema, pues a pesar de que les dan alimentos, en ocasiones hay menores que se quedan con hambre y lloran, lo que molesta a otras madres.

“Una de las chicas ya no me quería dejar entrar por ‘sus pantalones’ y, aunque ya le han avisado a la responsable, nadie les dice nada, porque ya tienen tiempo y se sienten dueñas. Se pelean por juguetes, por agua, por jabón, por comida, por todo; se volvió un infierno y por eso me echaron”, dijo.

Ahora, sin un sitio dónde pasar la noche, dijo sentirse desconsolada, pues no tiene para rentar una habitación de hotel y mucho menos para comer.

He tenido problemas porque también hay racismo entre las mismas paisanas, lo ven a uno feo, le restringen cosas y se sienten invadidas cuando llega alguien nuevo. Desde que llegué no he tenido derecho a cama”

Verónica Mejía
Migrante hondureña

Verónica Mejía es otra hondureña. A diferencia de Sureya, ella sigue en la Casa Madre Asunta porque aún tiene algunos ahorros; pero no ha sido suficiente, pues por el hacinamiento, ni ella ni sus tres hijos tienen una cama para dormir, lo que ya repercutió en la salud de los menores.

“Mi hijo de un año se enfermó y tuvo que ser llevado al hospital porque ya tiene mucha tos por dormir en el piso”, comentó.

La migrante llegó hace 15 días a Tijuana y tiene cita en dos meses y medio para pedir su condición de asilo. Salió de su país por violencia familiar, donde incluso levantó una denuncia contra su esposo por intento de homicidio. Pensó que al llegar en México se libraría de los problemas, pero sólo se encontró con las mujeres que, por llevar varios meses en el sitio, lo controlan todo.

“He tenido problemas porque también hay racismo entre las mismas paisanas, lo ven a uno feo, le restringen cosas y se sienten invadidas cuando llega alguien nuevo. Desde que llegué no he tenido derecho a cama y me aguanto por mis hijos, porque de alguna forma tienen un lugar seguro para dormir, aunque sea en el suelo”, refirió.

Sentada en un bote junto a sus hijos, Verónica ve pasar el día en espera de que la situación mejore y consiga un trabajo “de lo que sea” para solventar la renta de un cuarto y alimento para sus hijos, y así poder abandonar el albergue, mismo que ha calificado como “un infierno” por las restricciones que hay en cuanto a productos, horarios y muebles de descanso.

“Me sacaron porque no conseguí dinero y me dijeron que si tenía el recurso volviera, pero pues llegamos sin nada, no tengo trabajo ni nada y no sé ni dónde quedarme. No sé qué hacer”

Marcos
Migrante hondureño

“He lavado pisos, ropa de otras personas, baños y muchas cosas, pero me tengo que aguantar si no me sacan y no tengo dinero ni a dónde ir; aparte está peligroso”, dijo.

En la Casa del Migrante la situación no es mejor. A Marcos, también de origen hondureño, le exigieron mil pesos al mes para poder quedarse o de lo contrario sería expulsado del lugar. Pero hallar un trabajo le ha sido difícil, así que ayer lo echaron.

Él es uno de los 15 mil 70 retornados por EU a esta frontera, donde tendrá que esperar la resolución a su trámite de asilo, el que podría tardar hasta cinco meses.

“Me sacaron porque no conseguí dinero y me dijeron que si tenía el recurso volviera, pero pues llegamos sin nada, no tengo trabajo ni nada y no sé ni dónde quedarme. No sé qué hacer”, expresó.

  • El Dato: En los refugios de Tapachula, Chiapas, las personas duermen en los patios, debido al fuerte calor de la zona y la falta de aires acondicionados.

Brinda IMSS más de 18 mil consultas a refugiados

La Secretaría de Salud, a través de las unidades móviles del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), ha otorgado 18 mil 49 consultas médicas en las estaciones migratorias de la frontera sur, principalmente de Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, Chiapas.

Dicha atención, brindada del 11 al 28 de junio, contempla vigilancia epidemiológica, vacunación, detección y prevención de VIH, entre otras; además del cuidado de 21 embarazadas.

Asimismo, se ha dado atención psicológica a cuatro mil 264 adultos, 592 adolescentes y 818 menores de edad.

Además, en refugios de Tuxtla Gutiérrez y Tapachula se han otorgado mil 39 consultas, fumigación y pláticas de promoción a la salud.

Para fortalecer dichas acciones, realizadas en el marco del Plan migratorio, este fin de semana se desplegará una unidad móvil más en Palenque, Chiapas.

El aumento de la atención médica se da tras manifestaciones de los indocumentados, quienes denunciaron que sus hijos se enferman debido a la picadura de zancudos y la humedad en las instalaciones.