Carlos Ferreyra
Dejando de lado las diatribas, los insultos y las indignantes muestras de descerebramiento de quienes no aceptan dudas sobre las decisiones de su líder:
Ignoro lo que pasará más adelante, pero medito si se podrán levantar responsabilidades contra quienes en busca del billete grande, inventan estupideces como que “los aviones no chocan porque se repelen”.
Para condenar las obras del Aeropuerto Texcoco, se aduce con demasiada insistencia la enorme corrupción en torno a la obra. Sin embargo nadie pudo hasta ahora aportar datos concretos al respecto. Pruebas, mucho menos.
Hay una versión fundada en un desconocido expediente de la antes Contraloría. Menciona un desvío o sustracción de 298 millones de pesos a cargo de las obras entregadas para su ejecución al Ejército.
Y aquí vamos: de dónde sale la cifra y alguien debería certificar que los uniformes participaron, licitaron y ganaron. Y además demostrar que la cantidad fue entregada para su ejecución. Si hablamos de 300 millones robados, la cantidad asignada y dotada debió ser infinitamente mayor.
También se dice que los terrenos aledaños fueron adquiridos por el grupo Atlacomulco. Tampoco hubo a la fecha quien documente. Ni ejidatarios o pequeños propietarios que denuncien.
En sentido contrario, son casi todos los poblados vecinos los que aplauden una obra que les permitía avizorar un mejor presente y superior futuro para sus descendientes. Pero a ellos ni siquiera se les permitió votar en la consulta que también suprimió las barriadas donde moran los viajeros frecuentes, Polanco, Lomas, Santa Fe, Huixquilucan, Nuevo León y así.
Lo real son los estudios realizados por instituciones serias y no por militantes universitarios que hablan a nombre de la respetable y respetada casa de estudios superiores.
Allí las contradicciones, un académico que vaticina la muerte de toda forma de vida con la monstruosa obra, y la UNAM que como tal, manifiesta que el daño será mayor en Santa Lucía donde detecta un número infinitamente mayor de especies en peligro.
Los pilotos comerciales con la mayor capacitación y experiencia posible, aún manifestando su desagrado con Texcoco, apoyan la construcción en ese lugar y dan múltiples razones. La más atendible, que las rutas de salida, de rectificación y de llegada, usan el corredor de Santa Lucía. Imposible montar al Benito Juárez sobre la misma vía.
Insisten los aviadores en advertir la inminencia de choques entre aeronaves que, pese a la sabiduría de Riobó(b)o, se estrellan entre sí en acatamiento a las leyes elementales de la física que afirman la certeza de que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio.
Hay otras voces, pero debemos atender también a la más estricta lógica. Quitar la base de Santa Lucía con sus casi cinco mil moradores, implica un costo tan alto como la construcción de por lo menos otra pista, las instalaciones comerciales para atención de los viajeros, la reubicación de las miles de familias asentadas en terrenos castrenses, la ereccion de las más necesarias instalaciones aeroportuarias, instrumentos de navegación, de orientación, la torre de control y sistemas de ayudas y muchísimas más aplicaciones técnicas que están ausentes en esa terminal.
Hay que considerar las vías de comunicación, por hoy imposibles con una súper carretera saturada y con escasas posibilidades de ampliación. No se diga de sistemas de comunicación ultra rapidísimos como los trenes de alta velocidad.
Hablamos del acceso desde la Ciudad de México, pero debe considerarse la conexión entre terminales: Benito Juárez, Santa Lucía y Toluca con la advertencia de que este aeropuerto por su gran altura sobre el nivel Del Mar, imposibilita despegar con combustible suficiente para recorridos de gran distancia.
Inclusive, señala la asociación que agrupa a las más importantes líneas comerciales internacionales con sede en Estados Unidos, no es posible la venta completa de asientos por lo que afecta el peso al avión. Y advierten que no aceptarán el establecimiento de conexiones para pasajeros, entre puertos tan distantes e incomunicados uno de los otros.
El punto central, lo que debería ocupar la atención de quienes, con razones técnicas muestran su oposición al Plan Riobó(b)o apoyado por un ingeniero cuya más notoria actuación, hasta ahora, fue su presencia prepotente y las amenazas contra una abogada que reclamaba respeto a sus derechos. Para mayor intimidación, tocado con sombrero atejanado y chamarra de latifundista. Jiménez, su apellido.
Ese punto es la indefensión en que han dejado los partidos, todos, al ciudadano corriente y moliente. Una Suprema Corte en la molicie total, con ministros esperando a la esposa del contratista favorito de la administración que llega, poco o nada hará. Les han garantizado sus inmorales percepciones, prebendas y premios anuales y para eso contaron con el respaldo de la ex ministro Olga Sanchez Cordero, ya casi titular de Gobernación.
Y al respecto, se prevé la pérdida de 45 mil empleos por parte de los laborantes e n el nuevo aeropuerto y simultáneamernte se anuncia que serán garantizados hasta un millón de empleos para los marchantes centroamericanos.
Con paciencia y salivita esperemos el cúmulo de infortunios que seguramente irán desde trágicos accidentes, hasta la cancelación de rutas por quienes no quieren arriesgar sus equipos, su prestigio y su clientela y ponerla en manos de quienes no oyen, no entienden.