Charly Pérez
Insultos, amenazas, mentadas de madre y todo tipo de ofensas. Dardos que van directamente a aquellos que padecen hambre y violencia. A esos niños que no tienen que comer, a esas mujeres desesperadas y esos hombres frustrados, desilusionados, cansados. A esos que no migran por gusto, sino por necesidad. La violencia y la pobreza de su país los ha expulsado; no les queda otra, es migrar o morir. No son delincuentes, ni violadores, son familias, mujeres, hombres y niños, gente como nosotros, que busca el futuro, así nada más, buscan el futuro.
Así, miles de mexicanos se expresan en redes sociales en contra de la Caravana Migrante que cruzó de Guatemala a México. Los mensajes son preciosos, llenos de odio y de rencor, repitiendo los mismos discursos que les lanzan a los mexicanos en Estados Unidos. Con todo tipo de adjetivos, que no pienso repetir, no tiene caso.
Es verdad que México no está en condiciones dar cabida a migrantes de otros países, mientras el nuestro se desangra, pero sí podemos hacer un esfuerzo y, por lo menos, darles un trato humanitario. Es lo menos que se merecen.
Ya se nos olvidaron los niños encerrados en jaulas durante meses. Ya se nos olvidó que en los sismos de septiembre hubo una comunidad de migrantes centroamericanos en Jojutla, ayudando a los damnificados. Ya se nos olvidó que somos un país de origen, tránsito, destino y retorno. Ya se nos olvidó Trump y su absurdo discurso.
Ahora, las víctimas se convierten en victimarios de los inmigrantes ilegales que tratan de atravesar el último tramo hasta EE.UU. Nos sentimos con el paradójico derecho de decirles lo que se nos antoje a aquellos que lo han perdido todo.
Pobre México, la solidaridad es un hermoso cliché que sirve para tomarse fotos y publicarlas en las redes.
¡Basta de discursos hipócritas que exigen derechos humanos al norte y los niegan al sur!
Arjona tenía razón, “si el norte fuera el sur, sería la misma tontería…”
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