Diecisiete años después del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, los restos de más de 1.100 víctimas aún esperan ser identificados.
En un laboratorio de Manhattan, un equipo forense continúa la tarea con ayuda de herramientas de última tecnología. Trabajan de lunes a domingo, sin descanso, revisando pieza por pieza.
Un fragmento de hueso hallado en el lugar del peor atentado en la historia de Estados Unidos es cortado, reducido a polvo y luego mezclado con dos productos químicos que permiten exponer el ADN y luego extraerlo.
Aunque esta es la teoría, no se garantiza que los resultados siempre salgan en la práctica. «El hueso es el elemento biológico más difícil de trabajar», explica Mark Desire, vicedirector de biología forense en el Instituto Forense de Nueva York.
Y el análisis es aún más complejo si se tiene en cuenta que esos restos humanos estuvieron expuestos al fuego, la humedad, las bacterias, la luz del sol y el combustible de los aviones que se estrellaron contra las torres del World Trade Center.
Cerca de 22.000 fragmentos humanos hallados en el sitio ya fueron testeados, algunos de ellos entre 10 y 15 veces. Pero 1.100 se resisten al proceso.
En el atentado, murieron 2.753 personas, de las cuales 1.642 fueron identificadas. Pero más de 1.000 permanecen desaparecidas.
A veces el laboratorio pasa años sin lograr identificar un fragmento.
«Nuestro compromiso es el mismo hoy que en 2001», asegura Desire. Aunque no hay cifras concretas de inversión, se sabe que es el laboratorio con mejores recursos y presupuesto de Norteamérica.
En julio, un año después de la última identificación, se dio nombre a uno de los restos que descansan en el laboratorio: Scott Michael Johnson, un analista financiero de 26 años que trabajaba en el piso 89 de la torre sur.
«Es difícil no emocionarse, con los abrazos y los agradecimientos», reconoce Verónica Cano, experta forense del laboratorio.
Las familias son clave en el proceso: la identificación solo es posible a través de la comparación con una muestra de ADN suministrada por las familias. El Instituto Forense posee unas 17.000 muestras, pero ninguna para 100 víctimas que posiblemente nunca podrán ser identificadas.
Además, se ha diseñado un protocolo para permitir a los familiares decidir si serán informados de la identificación de su ser querido desaparecido, y de qué manera.
«Cuando te lo anuncian, te regresan a ese día, a la manera horrible en la cual murieron», explica Mary Fetchet, fundadora de la asociación Voces del 11 de Septiembre, que perdió a su hijo de 24 años. «Pero también te reconforta, porque puedes ofrecer un verdadero entierro a aquellos que amas», apunta.
La investigación de los restos del 9/11 no es la única que adelanta el centro, pero sí una de las más importantes.
Mark Desire es el único miembro del equipo inicial que aún trabaja en el proyecto. «Esto ha marcado mi carrera», asegura.
En 2001, el jefe del Instituto Forense, Charles Hirsch, ordenó la conservación de todos los restos del atentado e insistió en continuar la labor.
Equipos forenses del resto del mundo visitan el laboratorio de Nueva York para aprender de sus técnicas y procedimientos.
Cuando los reciben a ellos y a las familias de los fallecidos, dice Desire, «les hablamos del futuro, y sobre en qué trabajamos ahora. En 2001 estábamos probablemente en la escuela primaria. Pero sabemos cuán importante es esta tarea»
Fuente: AFP