Carlos Ferreyra
1.- Dos fotos nos conmueven hasta las lágrimas y nos convencen de que ya no hay remedio para este país: en una: el dueño del sindicato minero con enorme sonrisa satgisfecha (no creo que haya sido líder cuando ni siquiera minero fue) que retorna al país ofreciendo combatir a la corrupción.
Evidente, no quiere competencia y desde luego no hace referencia alguna a los 55 millones de dólares que se picó, propiedad de los trabajadores.
Para quien tenga curiosidad siga la historia de este yunior y verá que no sólo nunca fue minero sino que trasgredió toda suerte de reglas y reglamentos de la organización para erigirse en sucesor de su padre, el también cuestionado dirigente de los trabajadores, Napo grande, no El Grande.
Al actual lo conocen como Napillo, Napito o Napo el minúsculo. Regresó al país con una enorme sonrisa tras disfrutar las mieles de la hospitalidad de los empresarios mineros canadienses, a los que apoyó para que el gobierno mexicano les entregara sin restricciones las riquezas que una libretita chistosísima que llaman constitución dice reservar para los mexicanos.
Será senador aunque nadie votó por su augusta persona, quedará fuera del alcance de la ley por el asunto de los 55 melones de panzas de rana sustraídos a los topos y quienes a diario arriesgan la vida y pierden su salud en las insalubres cuevas de las minas.
2.- La otra foto permite observar a un Luis Videgaray, hasta hoy nuestro “digno representante” en el territorio de las relaciones internacionales, mirando con unción rayana en la adoración que se reserva para las efigies más sagradas, a un Donald Trump al que acaban de entregarle envuelto en papel celofán y con moño, un TLC excluyendo a Canadá.
El arreglo, que ha quedado convertido en bilateral, permitirá a los gringos hacer un papalote de nuestras exportaciones y la imposición de gravámenes y toda clase de castigos sobre nuestros envíos a Estados Unidos.
Inesperada la reacción de nuestros negociadores, a los que vigilaba de cerca un enviado de don Peje tan optimista o inocente, como se quiera ver, que de entrada planteó a los vecinos del norte condiciones para aprobar el documento. La respuesta fue contundente: “No me jodas…”
A estos novatos de la política, que apenas alcanzan el nivel de grillos de asamblea a mano alzada, se les tendrá que explicar que no es cierto que fuera de México todo es Cuautitlán. Existen el imperio y sus imposiciones donde la voluntad omnímoda de AMLO no cuenta para nada. No existe el personaje, para ser más claros.
Y a renglón seguido y ante la fracasada intervención del enviado pejiano, procedieron los gringos a arreglarse con los enviados del peñismo, ya amaestrados en lo que pretendía Trump cuando alentó al optimismo nacional (no sé de quiénes) declarando que el Tratado iba y sería de inmediato.
Tras el inesperado acuerdo México—EeUu, los canadienses se mantienen en alerta. Si ponemos la atención en conveniencias y negociaciones, veremos que con un senador suyo, de ciudadanía canadiense probadamente manipulable, el gobierno de Justin podría hacer de lado el documento tripartita para suscribir el propio con Estados Unidos y mantener la relación con nuestro país a nivel de palo y zanahoria.
Seguirán racionando las visas, igual que las contrataciones de mexicanos pero con el mismo cuidado continuarán con la explotación de minas a cielo abierto en zonas donde se han registrado decenas de campesinos asesinados. Todos ellos, pero tómenlo como coincidencia, defensores de su suelo y sus riquezas frente a los invasores del norte.
Pero no seamos perversos, el buen Vide seguirá siendo asiduo visitante a la Casa Blanca hasta que defenestren a su actual ocupante, y podrá conservar la amistad con el yerno predilecto. Ésa es felicidad…