Carlos Camacho cursaba el cuarto semestre de ingeniería industrial en la Universidad Anáhuac, cuando en una tarea encontró la inspiración para crear Ecoshell, una compañía que fabrica desechables biodegradables con desperdicios de elote.
“El maíz tiene propiedades muy similares a las del plástico y encontramos que era un producto que podía competir muy bien tanto en costos como en calidad para ofrecer una alternativa sustentable que reemplazara al plástico y al unicel”, asegura el fundador.
Para crear estos productos biodegradables se tritura el desperdicio, se mete a unas licuadoras, se mezcla con un biopolímero (almidón) que tiene la función de entrelazar las texturas y cadenas de maíz, se funde, se peletiza (creación de unas minipelotas) y se meten a las máquinas, explica Camacho.
“Recuerdo que un maestro nos contaba sobre las bolsas biodegradables, así que investigué en internet lo que se necesitaba para hacerlas, conseguí socios para poder ir a Japón en busca de una máquina especial para fabricar este tipo de bolsas y así comenzó todo”, cuenta Camacho.
En 2009, Carlos Camacho, fundador de Ecoshell, ganó el Harvard Growing CEO of the Year, que reconoce emprendedores con ideas innovadoras de negocio menores de 21 años.
“Los productos no se rompen fácilmente, los puedes meter al micro, no sueltan partículas tóxicas y se degradan en un tiempo de 90 a 240 días dependiendo de las condiciones en donde esté. Si lo pones con alimentos orgánicos se degradan más rápido”.
A la par del desarrollo de las bolsas biodegradables, Ecoshell también empezó a fabricar vasos, platos y cubiertos a base de olote (lo que queda después de que te comes un elote).
En 2009, Ecoshell tuvo a su primer cliente: Wal-Mart, al que hoy en día le vende 300 cajas por semana. También tiene entre sus compradores a Olive Garden, Wings, One, Fiesta Americana, Mayan Palace, Chedraui, Superama y Farmacias San Pablo.
Actualmente, la firma usa al mes 2 mil toneladas de olote para producir entre 10 y 15 millones productos.
“En Ecoshell llevamos diez años probando diferentes materias primas como la caña de azúcar, pero la del olote es de la que más aplicaciones podemos hacer porque no se filtra el agua y en los de caña de azúcar sí se llega a filtrar”, dice el empresario.
“Todo lo que usamos es del desperdicio. Un producto sustentable no usa un alimento o planta como tal para producir un bioplástico”.
La compañía tiene presencia en México, Estados Unidos, Jamaica, República Dominicana, Guatemala y Chile. Su mercado principal es México, en donde tiene una planta en el Estado de México, nueve centros de distribución y 18 bodegas, y busca llegar próximamente al mercado europeo.
Camacho afirma que no es difícil producir este tipo de desechables, lo difícil es que el mercado los acepte. “Si comparamos, el unicel es muy barato y lleva mucho en el mercado; la gente está muy acostumbrada y no es fácil que quieran cambiar a un producto ecológico. Los productos biodegradables sólo representan el 2 por ciento del mercado de desechables”.
El empresario dice que todavía no existe ningún apoyo gubernamental y resalta que apenas se están empezando a hacer legislaciones como la de la prohibición de popotes.
“El gobierno va un poco más retrasado y no hay incentivos para productos ecológicos. Querétaro, Veracruz y recientemente Guadalajara, son los más avanzados en el tema”, remata Camacho. (El Financiero)