Ana Paula Ordorica
Una de las grandes promesas de campaña de Donald Trump fue que acabaría con la corrupción de los grandes capitales y su injerencia en la política en Washington. Le llamó ‘filtrar el pantano’; Drain the swamp.
Han pasado poco más de 500 días de Trump en La Casa Blanca y algunas de sus promesas de campaña las ha intentado cumplir, pero definitivamente la de limpiar el pantano no solo no la ha implementado; el pantano se está desbordando.
Los escándalos de corrupción y de cercanía del dinero a la toma de decisiones están en su gabinete; en los empleados de La Casa Blanca y en el propio Trump.
En el caso del presidente de Estados Unidos la lista arranca por la negativa a hacer pública su declaración de impuestos. Nadie sabe cuánto y ni siquiera si Trump paga o no impuestos. Además, es notoria la falta de separación entre el presidente y sus empresas; los contratos obtenidos por su hija Ivanka a partir de la llegada de su papá al poder; el conflicto de interés que representa ser dueño de un hotel que está a pocas cuadras de La Casa Blanca en el cual han optado por hospedarse desde Jefes de Estado hasta empresarios que llegan a Washington D.C a sostener reuniones con Trump. A todo ello hay que agregar el costo que ha significado para los contribuyentes estadounidenses los constantes viajes de Trump a algunas de sus propiedades de fin de semana para jugar golf.
En su gabinete los escándalos son cosa de todos los días. Un ejemplo es el titular de la Agencia de Protección al Ambiente (EPA), Scott Pruitt, que fue impuesto en el cargo gracias a las contribuciones de los billonarios hermanos Koch que se han beneficiados de tener en la EPA a alguien para eliminar regulaciones ambientales que tanto le cuestan al sector energético, de donde proviene su fortuna.
Actualmente, los escándalos que apuntan a un desbordamiento del pantano tienen que ver con la posibilidad de que Trump otorgue perdones presidenciales a personajes controversiales. Ejemplo perfecto es el ex gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, que lleva 6 años en prisión de los 14 años que fue sentenciado por actos de corrupción, extorsión y sobornos entre los que estaba intentar vender el escaño de Barack Obama en el Senado que dejó cuando arrancó su campaña presidencial.
Para Trump limpiar el pantano se ha traducido más en acusar a los medios que no le son afines de ser mentirosos y corruptos, al igual que al Departamento de Justicia por la investigación de los nexos de su campaña con Rusia o de la ausencia de una investigación sobre Hillary Clinton por sus correos electrónicos.
Es decir, para Trump, el pantano que se tiene que limpiar es el de los que no les son afines. Para ellos el destierro. Para los que lo siguen y lo alaban, o le dan recursos para su futura campaña del 2020, para ellos no hay pantano que limpiar a la vista.
Aquí en México, Andrés Manuel López Obrador ha hablado infinidad de veces de acabar con la mafia en el poder y de limpiar a México de la corrupción. Esperemos que para AMLO esta limpieza no sea igual de mal concebida que la limpieza del pantano de Trump. Porque si algo demuestra con su cercanía a personajes como René Bejarano, Marcelo Ebrard, Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia y un largo etcétera, es que limpiar a México de la corrupción y fomentar la honestidad valiente puede tener distintas definiciones y metas.
Apostilla: no habrá TLCAN 2.0 firmado por el gobierno de Peña Nieto. Ni siquiera antes de que concluya el año. Las negociaciones se enfocan ahora en garantizar que siga en pie el TLCAN actual. Trump quiere negociar com Canadá y con México por separado, lo que en la Secretaría de Economía se ve como inviable, pero sabemos que para Trump eso no es ningún impedimento para hacer una locura.
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