Carlos Ferreyra
Sin duda algo malo está pasando cuando el presidente de Estados Unidos es elegido por sus ciudadanos a pesar del largo historial de abusos, payasadas e incontinencias mostradas en una historia compartida entre la farándula y negocios abusivos y evasores de obligaciones fiscales nunca sancionadas.
Pues sí, Donald Trump, tras enfrascarse en una discusión con el mandatario de Corea del Norte (República Popular Democrática de Corea, RPDC) sobre quién tenía el botón nuclear más grande, debió cambiar el disco y ahora se dedica a convencer a sus paisanos de que no es cierto nada de lo que dice el libro chismoso de Fuego y Furia.
El autor es conocido por sus columnas en revistas argüenderas y por pasadas obras de escaso contenido real. Acumulación de chismarajos, citas sin autor de la denuncia o la opinión y, en fin, una porquería de obra literaria muy al estilo de las que hemos estado generando en México hace dos décadas.
Trump pretende que con su palabra se admita que ha sido muy popular como conductor de televisión, que al primer intento se hizo de la Presidencia de su país y es además un gran negociante. No habla, claro, de los despojos a viviendas precarias, desplazadas, destruidas y donde ha construido su imperio inmobiliario. Abusivo e ilegal, pero así es el sistema.
Para sintetizar, se autocalificó de genio. Y quizá lo sea del mal, pero genio al fin.
¿Como quién? No lo diga el lector porque tendríamos que pensar en el hombre de Macuspana, que en esta ocasión como en dos anteriores, lleva una ventaja del 15 por ciento sobre sus competidores. Las elecciones anteriores llevaron al desempleo a las dos colaboradoras que estaban encargadas de vigilar tales ventajas. Ambas cuestionaron las imaginarias cifras de don Peje y, sin más, las mandó a su rancho, pero sin llevarlas a Tabasco.
En su última puntada de loquito –no se puede calificar de otra manera—ofreció en venta el avión presidencial que es más que evidente que no puede centavear en tanto no sea mandatario. Si es que llega.
Como la oferta la hizo vía tuiter y feis, debemos imaginar al estilo del viejo anuncio oportuno: AAAAAcá, espléndida oportunidad. Única. Avión grandotote, con hartos asientos, una camita y un baño con regadera, cocina. Materiales de primera, conózcalo y ofrezca…
Otros dos participantes en la contienda, como dicen en mi rancho, no cantan mal las rancheras. Meade – insisten que le llamen “Mid” que en inglés creo que significa mediano, el de en medio, ni arriba ni abajo—en acto inconveniente para la captación de simpatías y votos, reconoce el valor de Felipe Calderón al iniciar la guerra al narco.
Y si, se requiere valor para mandar a la muerte a cientos de miles de personas, entre delincuentes, agentes del orden y muchos, muchísimos civiles llamados “daños colaterales” para que no suenen tan humanos. Lo mismo hace “El Cerillo”, presunto candidato panista al que se suma el ex gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, bajo la condición cínicamente pública de que la gubernatura de Puebla será para su mujer.
Anaya está contento porque así despeja el último posible obstáculo que tenía para una campaña sin rispideces ni tropiezos. Y para tranquilizar a Calderón, igualmente le extiende certificado de aprobación al que quizá sea el mayor crimen masivo que se ha perpetrado en México en toda su historia.
Del Trampas, alias Bronco, usó hasta los recursos de Nuevo León, considerando como tales a los cientos de promotores asalariados por su gobierno, lanzados a la captura de firmas para avalar la candidatura independiente, dinero a diestra y siniestra, vehículos a plena disposición y equipos electrónicos suficientes para cumplir con la tarea.
Le toca al INE evaluar estos apoyos, igual que los captados por Márgara que, ya estamos viendo, no se encuentra apoyada por su marido, en contra de lo que pensábamos. Un desliz de la señora pretensa a la presidencia: advierte que en su partido no votan los proletarios, las clases sociales bajas. Nuestro voto es de calidad, dice la dama sin entender que un voto de Slim vale igual que el del bolero de la esquina.
Así y todo, nos piden que participemos en la elección, sólo que hay un pequeño problema, amigo lector: ¿usted participó en tal elección, usted aprobó la candidatura de tal o cual? Nos convocan a validar lo que ya se decidió en las cúpulas partidarias y gubernamentales.
Si hablamos con claridad, no habrá elecciones sino el acto administrativo de emitir votos a favor de quienes ellos ya eligieron… por lo pronto adjuntamos una imagen del México futuro.