Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
La Unión Europea (UE) está pagando electoralmente hablando el precio de la larga crisis económica que según cifras de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) ha dejado a 122.3 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social.
Grecia desnudó está maraña hace dos años con el cisma político que sumió a los griegos en la total incertidumbre cuando su presidente electo Alexis Tsipras, de la extrema izquierda de Syriza, se rebeló contra el severo programa de rescate y ajuste impuesto desde Bruselas. Llegó al paroxismo de convocar otras vez a elecciones.
En España, Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP) también ha enfrentado un período de incertidumbre que la actual inestabilidad en Cataluña abre nuevamente en canal.
En Italia, la debacle viene anunciada desde tiempo atrás: la huida del poder de Matteo Renzi adelantando las elecciones generales para febrero de 2018 es la cereza en el pastel de un país al que los primeros ministros le duran de media veinte meses.
Francia que siempre ha mostrado más cohesión política tampoco ha escapado de la vorágine, Emmanuel Macron, un político imberbe logró el triunfo pero sus días en el Elíseo transcurren con una constante caída en su popularidad.
Por su parte, en Alemania, todos daban por descontado que Angela Merkel volvería a ganar, sin embargo, no anticiparon la pérdida de apoyos ni las dificultades de entendimiento con las otras fuerzas políticas ni que los fantasmas de los extremos terminarían finalmente atrapándole.
El espectro del populismo y de la vuelta de los extremos no es un fenómeno local sino extensible a toda la UE y más que ser meramente circunstancial puede marcar un cambio de tendencia en los gustos y preferencias de los electores.
El descontento no es moda pasajera. Desde Berlín, Andreu Jerez, explica el éxito de Alternativa para Alemania (AfD) que captó 6 millones de electores para la fuerza de ultraderecha.
Un paralelismo que en España también encontró eco, pero curiosamente en el otro extremo: Podemos, la marca morada de izquierda radical, llegó por vez primera a las elecciones generales el 20 de diciembre de 2015 y sorpresivamente logró 6.1 millones de sufragios a su favor (el 24.3%) en la repetición de las elecciones generales del 26 de junio de 2016, Podemos en alianza con Izquierda Unida obtuvo 5 millones 045 mil 164 votos, instalado como la tercera fuerza política con 71 escaños.
En el caleidoscopio germano lo que va en ascenso es la otra punta contraria, la derecha más rancia, aunque al final los extremos siempre parecen tocarse.
A COLACIÓN,
Un reciente editorial del influyente Financial Times escrito por Gideon Rachman sentenciaba que una Europa sin Merkel es todavía más débil con un futuro igualmente débil ante factores preponderantes en el ámbito internacional como la agenda populista, proteccionista y antieuropeísta del presidente Donald Trump.
Hay un mutis que cala en los huesos en la Unión Europea, en Bruselas hacen como si no pasara nada en Alemania, aguardando con los dedos cruzados porque la espesa bruma de incertidumbre política se disipe muy pronto.
El impasse lleva ya dos meses y podría llegar hasta seis meses si se convocan otras elecciones en febrero, un parón en todos los órdenes porque Merkel es canciller en funciones, con un gobierno provisional.
En España, tuvieron que realizar dos sesiones electorales: el 20 de diciembre de 2015 y el 26 de junio de 2016 y el impasse demoró casi el año porque tampoco Mariano Rajoy sumaba los apoyos político-partidistas necesarios para investirse.
Lo de Alemania sí es inquietante, ahora bien Mutti (como le dicen cariñosamente a Merkel en su país) no es eterna, ni es perfecta, tampoco es el alfa y el omega del cónclave europeo; no obstante, en este momento histórico delicado, sesgado y resbaladizo, ella le aporta a la UE serenidad, es una voz mesurada y férrea.
Es la madre que de vez en cuando pega un grito altisonante al hijo desobediente que pretende salir desabrigado en pleno invierno. En cierta forma, ella ha hecho suyo el proyecto europeo prendiéndoselo al corazón y sacándolo de la orfandad.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales