Benjamín Torres Uballe
Lo más lamentable de los terribles efectos que dejaron los sismos de septiembre está, sin lugar a dudas, en las pérdidas de vidas humanas y en la destrucción de miles de casas-habitación. Millares de familias aún permanecen en la indefinición jurídica al desconocer si sus viviendas serán demolidas o no. Esto sucede primordialmente en la Ciudad de México, donde las autoridades han sido rebasadas y tal parece que lo más importante es la apariencia; demoler para “limpiar” la capital.
Entre los “daños colaterales” generados por los movimientos telúricos se encuentran las afectaciones políticas. Y éstas a quien causaron más daño fue a Miguel Ángel Mancera Espinosa, el jefe de Gobierno de la capital de la república, en sus ambiciones presidenciales. Primero, se le vino encima el plazo para registrarse como independiente. Luego, la opción que le queda es el mal llamado Frente Ciudadano por México, oportunidad que, todo indica, se le va diluyendo rápidamente, pues Ricardo Anaya, dirigente nacional del PAN, insiste en apropiarse de esa candidatura. No vemos por ningún lado que la quiera ceder, así se trate del mandatario capitalino.
Por otra parte, el gobierno federal ya no muestra simpatía alguna por Mancera Espinosa. Es evidente que le ha escatimado recursos para la reconstrucción de la ciudad capital. Basta ver los desencuentros mediáticos entre el propio jefe de Gobierno de la CDMX y José Antonio Meade, secretario de Hacienda. Esto, a pesar que el doctor Mancera es aún el presidente de la inane Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago).
Identificado como uno de los integrantes más conocidos del cada vez menos peligroso Frente, la administración peñista simplemente apretó al Ejecutivo local donde más les duele a los políticos: el cese de recursos. Y aunque el Gobierno de la Ciudad de México cuente per se con ingresos muy cuantiosos, el impacto económico derivado por los graves daños del terremoto del 19 de septiembre último trastoca cualquier presupuesto, por muy abundante que éste sea.
Muchos capitalinos perjudicados por el temblor están enfurecidos por la deficiente atención y trabas burocráticas que el gobierno mancerista les ha dispensado. Ello es una bomba de tiempo, incluso para la administración de Enrique Peña Nieto, que pudiera explotar si no se atiende de manera eficaz y rápida. No es posible que mucha gente aún siga padeciendo las consecuencias del último sismo, sumida en el dolor y la incertidumbre, complicada además por la ausencia de capacidad y sensibilidad política.
Al problemón que representa reconstruir de manera integral las amplias zonas de la Ciudad de México, averiadas por los movimientos telúricos, debe agregarse a las preocupaciones de don Miguel Ángel Mancera, la violencia desbordada que ha sido incapaz de combatir y que asola cotidianamente a los capitalinos, que lo mismo son asaltados en las calles, en los restaurantes, en el transporte público, al salir de algún banco o después de realizar un retiro en los cajeros
automáticos, sin descartar los comandos que proliferan y que impunemente asaltan negocios en las plazas comerciales.
No. De ninguna manera sale bien librado el actual jefe de Gobierno en su gestión ante la ciudadanía. Su trabajo gubernamental vino de más a menos, y en los últimos años ha sido exhaustivamente cuestionado. Sencillamente, la tarea para dirigir a la ciudad más importante del país queda a deber. No es lo mismo haberse desempeñado exitosamente como procurador de la metrópoli que intentar conducir atinadamente los destinos de 8 millones de habitantes.
Es imposible, en otro aspecto vital, que los damnificados por el seísmo y la sociedad en general pasen por alto los actos de corrupción que han salido a la luz en la construcción de edificios que colapsaron y que fueron erigidos sin respetar las normas vigentes, o con materiales fuera de especificación. Los funcionarios de la Seduvi y sus “probos inspectores” tienen mucho que explicar al respecto. Es cierto, los jefes delegacionales tienen enorme cola que les pisen, como la señora Claudia Sheinbaum, responsable de la demarcación de Tlalpan, a quien todo indica que el tristemente célebre caso del Colegio Rébsamen alejó definitivamente de la jefatura de Gobierno.
Así que el panorama político que se vislumbra para Mancera Espinosa se antoja inextricable, lo que limita de manera muy significativa los sueños por llegar a Los Pinos. A punto de abandonar el antiguo Palacio del Ayuntamiento para intentar subirse a una plataforma que lo mantenga vigente, las opciones han desaparecido. El terremoto lo colocó en situación de damnificado. Por lo pronto, el anhelado camino a la Residencia Oficial parece diluirse, como sucede con un espejismo.
¿Cuáles son, entonces, las rutas alternativas para Miguel Ángel Mancera Espinosa? A menos de un milagro político de resurrección, no lo vemos ni en la Presidencia de la República ni como candidato del dichoso Frente; tampoco en alguna secretaría de Estado y menos en el Senado. La demandante Ciudad de México poco a poco erosionó al actual mandatario capitalino, y el pasado 19 de septiembre se lo engulló sin miramiento alguno. En el colmo del mal augurio, el Vaticano canceló la semana pasada sin explicación alguna, la cita donde iban a entregar un premio al doctor Mancera por la implementación del emblemático programa El Médico en Tu Casa. Mal y de malas.
@BTU15