Las declaraciones de victoria se extendieron por todo Irak y Siria: habían terminado las largas campañas para recuperar el control de ciudad tras ciudad que había sido tomada por los militantes del Estado Islámico.
Sin embargo, las duras batallas dejaron una vasta destrucción a su paso, y las celebraciones por encima de los escombros de edificios alguna vez grandiosos no significan mucho para cientos de miles de residentes desplazados.
Los iraquíes y los sirios ahora se aprestan a regresar a ciudades que son un eco de su antigua gloria, y que no tienen la infraestructura para que comience de nuevo la vida normal. Ahora deben lidiar con cómo reconstruir.
El derrocamiento de los militantes del Estado Islámico en la ciudad de Al Raqa estuvo lleno de simbolismo. Al Raqa fue la capital de facto del autoproclamado califato del grupo, y ahora ya no está bajo su control.
Aunque el nivel del daño aún se evalúa, las imágenes obtenidas mediante drones y satélites revelan kilómetro tras kilómetro de edificios dañados, calles llenas de escombros y monumentos destruidos.
Al Raqa alguna vez fue el hogar de 300.000 personas, pero decenas de miles huyeron cuando los militantes establecieron su control de la ciudad a principios de 2014 y comenzaron a montar ejecuciones públicas de quienes no se sometían a su interpretación estricta del islam. Para cuando se desvanecía el mando del grupo, quedaban tan solo cerca de 25.000 residentes.
Por lo menos mil civiles fueron asesinados a causa de los ataques aéreos, de acuerdo con recuentos de activistas locales y monitores internacionales. Los funcionarios estadounidenses estiman un número de muertes mucho más bajo, y dicen que los ataques de la coalición han asesinado a 735 civiles en Irak y Siria desde que comenzaron los operativos contra el Estado Islámico en 2014.
Cinco meses de ataques perpetrados por Estados Unidos han hecho que la situación de la ciudad sea devastadora, sin agua ni electricidad. Los funcionarios estadounidenses han prometido ayudar a restaurar los servicios básicos, pero la escala del daño es clara.
Cuando los soldados de las Fuerzas Democráticas Sirias, una coalición de milicias rebeldes, levantaron sus banderas amarillas en uno de las cruces centrales de Al Raqa el 18 de octubre pasado, lo único que quedaba de los edificios que alguna vez lo rodearon eran estructuras bombardeadas.
Escenas similares son evidentes en Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak.
Respaldados por ataques aéreos de la coalición encabezados por Estados Unidos, las fuerzas gubernamentales de Irak celebraron su recaptura de la ciudad en julio. Pero la recuperación de Mosul es una historia de dos ciudades.
En la sección este, entre el 80 y el 90 por ciento de la población que huyó durante la batalla inicial por la ciudad ya ha regresado a sus casas. Pero los nueve meses de lucha en el oeste de Mosul, donde los militantes se alojaron durante su defensa final, dejaron virtualmente inhabitable el área.
Desde centros médicos hasta mezquitas de siglos de antigüedad, las principales estructuras quedaron reducidas a escombros y vecindarios enteros fueron borrados del mapa. Algunos cayeron a manos de militantes que demolieron infraestructura mientras el ejército iraquí avanzaba, incluyendo la mezquita de Al Nuri con su icónico alminar inclinado, y algunos fueron pérdidas de ataques aéreos de la coalición. Antes de que el Estado Islámico capturara la ciudad, Mosul era hogar de 1,1 millones de personas. Los funcionarios de las Naciones Unidas han calculado que tan solo restaurar los servicios básicos podría costar más de 1000 millones de dólares.
Leila Jane Nassif, representante asistente en Irak de la agencia de la ONU para los refugiados, dijo que el daño en la parte oeste de la ciudad había dejado a cientos de miles de personas desplazadas. No está claro cuándo podrán regresar.
“Tomará tiempo para que la infraestructura esté funcionando y la gente sea capaz de reconstruir su vida ahí con todas las viviendas que han sido dañadas”, dijo Nassif en una entrevista telefónica.
Extensas áreas de esta ciudad, hogar de cerca de 300.000 personas antes de que los milicianos tomaran el control, no sufrieron daños de los ataques aéreos. Pero los combatientes del Estado Islámico que huyeron de Faluya cuando fue recuperada el año pasado dejaron bombas a su paso, lo cual complica los esfuerzos de reconstrucción.
Esta táctica fue utilizada por el grupo en varias ciudades iraquíes que alguna vez estuvieron bajo su control, según Nassif, de la ONU. Las bombas, a menudo dispositivos explosivos improvisados, han retrasado el regreso de residentes desplazados y provocado muerte y destrucción incluso después de que los militantes fueron expulsados. Funcionarios estadounidenses advirtieron sobre el mismo problema en Al Raqa.
“Ha habido un esfuerzo muy grande de desminado”, dijo Nassif, “y será un enfoque central en algunas comunidades. Hay muchos dispositivos explosivos improvisados que aún están ahí y la gente está preocupada de regresar a sus vecindarios y sus casas”.
Hay otras preocupaciones también. Nassif dijo que algunos de los residentes desplazados en Irak temían que hubiera enfrentamientos entre grupos rivales cuando regresen a las comunidades que dejaron atrás en medio del conflicto.
“Están preocupados de que haya represalias”, dijo. “Desafortunadamente, en algunas situaciones, los problemas que no se enfrentaron antes de la toma de control de los insurgentes no han sido necesariamente abordados y las tensiones aún podrían estar ahí”.
Cuando los militantes del Estado Islámico fueron desplazados de Ramadi, una ciudad musulmana predominantemente sunita, era una ruina. El grupo se había atrincherado en la ciudad, ocupando hogares, cavando túneles y colocando explosivos.
Para cuando el grupo fue expulsado en enero de 2016, Ramadi, la capital de la provincia de Anbar, había sido bombardeada por ataques aéreos de la coalición durante meses. Además, los combatientes del EI hicieron explotar puentes mientras escapaban.
Nassif dijo que la escala de la devastación en algunas ciudades antes ocupadas implica una recuperación que no solo involucrará ayudar a las familias a reconstruir. Debe haber un plan coordinado para restaurar los servicios básicos en esos hogares.
“Si debes regresar y reconstruir carreteras y sistemas de alcantarillado y poner servicios públicos, eso requerirá un gran esfuerzo por parte del gobierno”, dijo Nassif.
Sin embargo, el gobierno iraquí no está equipado para lidiar con la destrucción. El Servicio de Financiamiento para la Estabilización de las Naciones Unidas ha estado ayudando en Faluya y Ramadi. Su plan de reconstruir 30.000 casas comenzó este verano; costará por lo menos 70 millones de dólares y requerirá 18 meses.
Esta ciudad podría ofrecer un vistazo de lo que está por venir para las áreas de las que acaba de ser expulsado el Estado Islámico.
Los combatientes de la milicia kurda —respaldados por ataques aéreos de la coalición antiyihadista— lucharon ferozmente para repeler una invasión del Estado Islámico a Kobane, localizada cerca de la frontera siria-turca, a principios de 2015. En ese entonces, el grupo extremista controlaba un amplio territorio y aún estaba por expandirse.
La ciudad, también conocida por su nombre árabe, Ain al-Arab, sufrió ataques solo durante un periodo breve, pero los cientos de ataques aéreos que ayudaron a mantener a raya a los militantes dejaron muchos de sus edificios derrumbados.
Algunas personas que regresaron tuvieron problemas incluso para ubicar sus casas; la destrucción fue extensiva. Se calcula que el 80 por ciento de los edificios quedaron dañados.
Casi tres años después, las carreteras aún están siendo repavimentadas y los edificios siguen siendo reconstruidos por las fuerzas kurdas que controlan la ciudad. Algunos servicios han sido restablecidos. Pero el gobierno sirio no está activo aquí, y el trabajo se le ha encargado a la administración kurda.
La reconstrucción ha sido lenta y aún hay mucho por hacer. Solo una fracción de la población que había antes de la guerra ha regresado.
Fuente: NYTimes