Colaboración de Carlos Ferreyra
Analizar las elecciones en el Estado de México representa un ejercicio de lugares comunes, de acusaciones sin sustento y de realidades que muestran la cara más fea del país, premonición de lo que vendrá con la campaña presidencial y los comicios (disputa, más bien) por aposentar el tanafario en la Silla del Águila. O dormir en el camastro de fierro de don Benito Juárez, según sea el ¿afortunado? triunfador.
Los tricolores llevarán a su extremo la selección del aspirante. En un chico rato, dice la voz popular, podrían inclinarse por un “externo” como llaman ahora a los que en forma vergonzosa y vergonzante niegan su cruz. Han laborado toda su vida, directa o indirectamente con y para el Partido Revolucionario Institucional.
Hoy, que ese instituto político y sus colores que curiosamente son los de la patria, se encuentran más que desacreditados satanizados, rechazan su militancia no activa, pero esperan con lágrimas en los ojos que los volteen a ver. El ex rector Narro, llamado en sus tiempos académicos el ajonjolí de todos los moles, hombre de opinión universal que siente, cree, que cuenta con méritos suficientes para sacar del hoyo a este país.
No tiene grupo político que lo respalde, por lo que tendría que entregarse a manos de los presupuestívoros profesionales que han medrado del erario diez, veinte, treinta años. Y son expertos.
Se le menciona por notorio, pero lo cierto es que siempre podrá haber un caballo negro que surgirá, me temo, a instancias del país del norte. No necesariamente la Casa Blanca, sino del gobierno real: las grandes industrias y las grandes finanzas.
En Acción Nacional están traumados porque al ganar el gobierno, como lo predijo un de sus santones, perdieron el partido. Y sucedió al momento en que dejaron encaramarse a un sujeto ajeno a los colores azul y blanco hasta llegar a Los Pinos. Y que ahora, en su advocación de gurú político, imparte consejos y analiza perspectivas desde la indudable visión del poder, si, de los tricolores.
El PAN no ha recuperado su capacidad como oposición y cada día se acerca más al PRI, como demuestran sus antiguos fetiches, Diego Fernández, el propio Fox y dejemos aparte a Felipe que como el flautista de Hamelín, marcha entonando su melodía pero sin voltear a ver si alguien lo sigue.
El Partido de la Revolución Democrática, un esperpento nacido de las frustraciones presidenciales de un niño que soñó heredar del padre la residencia presidencial, y de un grupo de marginales a los que se les había secado la ubre: los tenían esperando turno, lo que consideraban una falta de respeto a las instituciones nacionales. Y ellos son quienes encarnan la institucionalidad mexicana.
Los amarillos nacieron con presidentes egresados, adiestrados e indoctrinados por el PRI. Así fue encabezado por Cuauhtémoc, Porfirio, Andrés, y hasta Rosario la que pudo haber negado ese ADN tricolor pero de ninguna manera hoy que cumple tareas y encargos del presidente de la República. Que es del PRI, dice.
El Movimiento de Regeneración Nacional, cuyas siglas son coincidentes con morena, la virgen de Guadalupe, la Morenita del Tepeyac, donde confluyen curiosas vertientes de índole religioso y en el que el laicismo es declarativo y sólo para homenaje los días que celebran a Benito Juárez.
En este partido se da el más absurdo mazacote político. Aunque para ser justos, la mitad de priistas y el resto de empresarios, también ex priistas, que esperan los réditos de su participación a favor del eterno candidato, bueno, pensando que la eternidad comenzó hace menos de seis años.
Pero que igual seguirá con sus pretensiones imperiales, de entronizarse en la silla no de Juárez, sino el trono de Iturbide, que está en el mismo lugar.
Enlistarlos es ocioso. Me imagino a Ricardo Salinas, socio de Raúl Salinas, cuya fortuna empezó con éste y ha subido como la espuma, tan increíblemente que resultaría sospechosa en otro país o en este mismo pero en otros tiempos, de pronto se ha concientizado y ahora trabajará para los pobres, para el pueblo bueno, el mismo que ha sido la escalera para subir a los niveles de riqueza que lo mantiene entre los más adinerados del continente y, claro, de México.
Despellejarlos uno a uno, sería injusto. Allí está Muñoz Ledo, un brincacharcos de primer nivel, así como quienes han cambiado de colores partidarios como cambiarse de calzones, los que usan. Tramposos como Batres, envenenador público con su leche Betty, retirada por su enorme contenido de materias fecales. En fin, y de todos ello, difícilmente alguien recordaría un hecho positivo que no se relacione con aferrarse como bull terrier al hueso siguiente.
Verdes, naranjas, moraditos, de todos los colores, anuncian que están considerando sumarse a la segura campaña presidencial del Peje. Sólo quieren que les garanticen que los despojos que recibirán estos compañeritos de aventura, sean digeribles y redituables.
México, creo en ti, decía el poeta… yo ya no mientras pulule esta fauna nociva.