La semana pasada la Suprema Corte declaró constitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo. La decisión modificará los códigos civiles de 29 estados de la República que sólo reconocen como válida la unión entre hombre y mujer; el DF, Quintana Roo y Coahuila ya los habían cambiado.
La Suprema Corte actuó en función de una demanda generada por la dinámica social que se mueve a favor de la igualdad de las libertades y derechos de todos los mexicanos. El fallo judicial es una reacción a los nuevos tiempos. Tan es así, que este fin de semana –en un hecho insólito– la página de la Presidencia de la República destacó la bandera arcoíris, símbolo del movimiento social y político por los derechos de los homosexuales, transexuales y bisexuales.
Sin embargo, el fallo del máximo tribunal cayó como maldición en la Iglesia Católica… y desde los púlpitos vino la andanada para condenar el fallo. Reduccionista, contraria al derecho tradicional y a la tradición jurídica, atentatoria contra la institución familiar, son algunas de las descalificaciones lanzadas por los ministros de la fe que aglutina al mayor número de fieles en el país.
La Arquidiócesis Primada de México dijo que la Corte trata a los obispos como retrogradas y discriminadores por defender una institución sagrada; el Cardenal Emérito de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, llamó a una cruzada nacional contra los matrimonios entre homosexuales y la legalización del aborto, pues –según él– son puertas por las que el diablo ha entrado a México.
Cierto, nadie esperaba que la Iglesia Católica abrazara el fallo de la Corte.
El reconocimiento jurídico del matrimonio entre homosexuales contraviene la fe católica, pero de ninguna manera representa una afrenta a la religión, ni mucho menos pretende ser una declaración de guerra entre la Iglesia y el Estado.
Decidir sobre derechos de las minorías suele ser controvertido. Los ánimos se encienden con facilidad… y es muy fácil lanzar cerillos para encender la hoguera del fanatismo. Por eso es peligroso llamar a cruzadas, denostar a través de la ira, o calificar como diabólicas las uniones entre personas del mismo sexo.
EL MONJE LOCO: México no escapa a la tragedia griega. Los dioses del Olimpo financiero nos castigan con el mal del contagio. El pavor sembrado en Atenas golpea al peso sin misericordia. Quienes saben afirman que estamos preparados; que nuestras finanzas aguantan esto y más. La cotización de nuestra moneda dice otra cosa.