Sobre la marcha
Ocuparse con cifras, precisar si el término “México es un cementerio” honra los honestos esfuerzos de la 4T, si es justo eximir a los de ahora y echar leña a calderonistas con el impresentable García Luna, no cambia la realidad.
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México es un Estado descompuesto. Durante 6, 12, 18, 24 o 30 años sus actores, los que gobernaban, los que se opusieron y ahora están en el poder, medios y sociedad; contribuimos a lo que hoy narramos con dolor, pero sin asombro.
El hallazgo de madres buscadoras en el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, corrobora la sospecha colectiva de años; que en la región jóvenes desaparecían al acudir a ofertas de empleos u oportunidades, secuestrados para, o convertirse por la fuerza en carne de cañón del Cártel Jalisco Nueva Generación, o morir torturados con sus restos desaparecidos.
El rancho fue campo de concentración, adiestramiento y exterminio. Hoy la presidenta Claudia Sheinbaum llama a lo obvio, a atenerse y exigir información.
Sabemos que las madres buscadoras y otros colectivos de huérfanos de hijas e hijos habían denunciado hechos y sospechas; sabemos que la administración de Enrique Alfaro en Jalisco fue omisa o cómplice, o ambas al investigar nada y encubrir todo.
La presidenta llama a la cordura. Los restos humanos, los zapatos de cadáveres y las libretas con literatura criminal en el rancho Izaguirre, pintan la locura de los tiempos que construimos.
Si otras activistas exageran o no las cifras, si el Episcopado alerta sobre estadísticas carentes de exactitud, si las madres con palas y picos son reaccionarias, conservadoras o adversarias políticas, en nada alivia el dolor de nuestros jóvenes alejados de las milicias del narco en Jalisco o Sonora, Tamaulipas o Guanajuato que no atinan a explicarse cómo es que matanzas sistemáticas en un rancho, en parajes o en autobuses tomados por normalistas, suceden repetidamente sin que el gobierno,
este o los anteriores, federales o estatales, sean capaces de sustraerse a la corrupción, a la incapacidad y a la estulticia populista de decretar la paz, el amor y los abrazos como santo remedio de nada.
En demasiadas (sin precisar, con perdón suyo) regiones de México se trafican seres humanos, drogas orgánicas y sintéticas, precursores químicos, mercancías robadas, el huachicol que resiste, hay caminos donde el libre tránsito se restringe, se veta el paso de policías y guardias nacionales, se paga por permisos para cosechar o transportar, matarifes en bestias blindadas ponen retenes, comercios y vida en capitales como Culiacán, obedecen un toque de queda de facto.
Y nada cambia o mejora si nos fugamos para saber si la verdad de los 43 era histórica o histérica. Nada cambió, ni los hechos ni el dolor de los padres de allá o de acá. De nuestros hijos rehenes del asombro. En este caso, el Diablo no está en los detalles, transita libre, sin exactitud, miedo o permiso.
Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis