Desde el punto de vista de

Teuchitlán, el México atroz: Carlos Urdiales

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Urdiales

Sobre la marcha

 

Ocuparse con cifras, precisar si el término “México es un cementerio” honra los honestos esfuerzos de la 4T, si es justo eximir a los de ahora y echar leña a calderonistas con el impresentable García Luna, no cambia la realidad.

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México es un Estado descompuesto. Durante 6, 12, 18, 24 o 30 años sus actores, los que gobernaban, los que se opusieron y ahora están en el poder, medios y sociedad; contribuimos a lo que hoy narramos con dolor, pero sin asombro.

El hallazgo de madres buscadoras en el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, corrobora la sospecha colectiva de años; que en la región jóvenes desaparecían al acudir a ofertas de empleos u oportunidades, secuestrados para, o convertirse por la fuerza en carne de cañón del Cártel Jalisco Nueva Generación, o morir torturados con sus restos desaparecidos.

El rancho fue campo de concentración, adiestramiento y exterminio. Hoy la presidenta Claudia Sheinbaum llama a lo obvio, a atenerse y exigir información.

Sabemos que las madres buscadoras y otros colectivos de huérfanos de hijas e hijos habían denunciado hechos y sospechas; sabemos que la administración de Enrique Alfaro en Jalisco fue omisa o cómplice, o ambas al investigar nada y encubrir todo.

La presidenta llama a la cordura. Los restos humanos, los zapatos de cadáveres y las libretas con literatura criminal en el rancho Izaguirre, pintan la locura de los tiempos que construimos.

Si otras activistas exageran o no las cifras, si el Episcopado alerta sobre estadísticas carentes de exactitud, si las madres con palas y picos son reaccionarias, conservadoras o adversarias políticas, en nada alivia el dolor de nuestros jóvenes alejados de las milicias del narco en Jalisco o Sonora, Tamaulipas o Guanajuato que no atinan a explicarse cómo es que matanzas sistemáticas en un rancho, en parajes o en autobuses tomados por normalistas, suceden repetidamente sin que el gobierno,

este o los anteriores, federales o estatales, sean capaces de sustraerse a la corrupción, a la incapacidad y a la estulticia populista de decretar la paz, el amor y los abrazos como santo remedio de nada.

En demasiadas (sin precisar, con perdón suyo) regiones de México se trafican seres humanos, drogas orgánicas y sintéticas, precursores químicos, mercancías robadas, el huachicol que resiste, hay caminos donde el libre tránsito se restringe, se veta el paso de policías y guardias nacionales, se paga por permisos para cosechar o transportar, matarifes en bestias blindadas ponen retenes, comercios y vida en capitales como Culiacán, obedecen un toque de queda de facto.

Y nada cambia o mejora si nos fugamos para saber si la verdad de los 43 era histórica o histérica. Nada cambió, ni los hechos ni el dolor de los padres de allá o de acá. De nuestros hijos rehenes del asombro. En este caso, el Diablo no está en los detalles, transita libre, sin exactitud, miedo o permiso.

Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis

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José Cárdenas