Cientos de personas se congregaron en Moscú ante la tumba de Alexei Navalny, a pesar del riesgo de represalias por parte de las autoridades, al cumplirse el primer aniversario de la muerte en prisión del principal opositor al Kremlin.
En un día de temperaturas glaciales, decenas de familias con niños se reunieron en el lugar, donde se desplegó un dispositivo de seguridad discreto con policías vestidos de civil. Al final de la mañana, la tumba estaba cubierta de flores y decenas de personas seguían llegando al cementerio.
Varios diplomáticos occidentales, entre ellos los representantes de las embajadas de Estados Unidos, Reino Unido, España, Noruega y la Unión Europea (UE), también se sumaron al homenaje.
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La pérdida de su figura más connotada, las luchas internas y la agravada represión en Rusia dejaron a la oposición en una posición de especial debilidad, aunque distintos dirigentes exiliados intentan reavivar la llama de la lucha contra el régimen de Vladimir Putin.
Navalny, abogado, activista anticorrupción y el principal opositor del Kremlin en los últimos tiempos, fue declarado «extremista» por la justicia rusa. Mencionar su nombre o el de su organización, el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK), sin especificar este estatus de «extremista» expone a los infractores a duras penas.
Esta amenaza sigue vigente a pesar de su muerte, en circunstancias que no han sido esclarecidas, en una prisión del Ártico el 16 de febrero de 2024, y pese a que casi todo su entorno vive fuera de Rusia.
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«Sabemos por qué luchamos. Una Rusia del futuro, libre, pacífica y hermosa, con la que soñaba Alexei, es posible. Hagamos todo lo posible para que su sueño se haga realidad», dijo en un video la esposa de Navalny, Yulia Navalnaya, que asumió el relevo de su movimiento.
«Navalny dio su vida por una Rusia libre y democrática», reiteró por su parte la jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas.