En Puebla han comenzado a colocar enormes altares y ofrendas para el Día de Muertos, donde el 1 y 2 de noviembre se celebra la muerte y la memoria de los difuntos.
Uno de los más llamativos es la primera ‘megaofrenda boutique’, con figuras gigantes elaboradas de manera artesanal en diferentes técnicas de cartonería, que se colocó en la antigua Hacienda San Mateo en el municipio de Atlixco, en el céntrico estado de Puebla, donde estará disponible hasta el 10 de noviembre.
Esta ofrenda contiene los elementos esenciales de un altar tradicional de Día de Muertos, con frutas como mandarinas, plátanos, cañas, tejocotes y peras, y dulces típicos llamados alfeñiques en forma de borregos, únicos de temporada.
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Asimismo, hay papel picado de colores y cientos de macetas de cempasúchil o ‘flor de muerto’, que se cosechan en Atlixco, reconocido como un ‘pueblo mágico’ por el Gobierno de México al ser un tradicional punto de cultivo de esta planta.
Para hacer extraordinaria la ofrenda en Atlixco, los visitantes pueden solicitar que la fotografía de sus familiares o mascotas que ya fallecieron se proyecten en una pantalla colocada en el nivel más alto de la ofrenda.
Omar Rangel, coordinador de la ‘megaofrenda’, explicó a EFE que esta idea surgió con el sueño contribuir a mantener viva la tradición del Día De Muertos y mostrar los elementos que contiene una ofrenda, como los objetos que gustaban en vida a los difuntos.
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“Los gustos más clásicos de todos los mexicanos, que pueden ser los cigarritos, la fruta, unos cerillos… jugamos un poco con la nostalgia de la gente», detalló.
El elemento más representativo es la cruz de 4 metros de alto elaborada con pan tradicional ‘cachetona’ del municipio de Tochimilco, que cuenta con detalles en la masa que la hacen parecer madera tallada.
También aparece una imagen de un perro Xoloitzcuintle, considerado por los indígenas prehispánicos como el acompañante de las almas durante su paso por el Mictlán o inframundo.
«Es importante jugar con estas emociones y poder llegar al corazón de las personas por medio de estos elementos, como son los cigarros Faro, que nos recuerdan a los abuelitos, a los tíos o al primo que ya no está con nosotros, entonces son una manera de recordarlos», describió Rangel.
La tradición marca que el 1 y el 2 de noviembre es el tiempo en el que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos, guiados por las velas y un camino de pétalos de cempasúchil, y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares u ofrendas. EFE