¿Cuántas acciones o programas propios, novedosos ha presentado la presidenta Claudia Sheibaum? Pocos, muy pocos, la gran mayoría son herencias que al parecer asume con docilidad y hasta con gusto.
Los programas sociales son los mismos, las obras magnas anunciadas son trenes como los del pasado reciente, el de seguridad con muy pocas variantes, por el contrario, con énfasis en la militarización.
Hasta poco antes de la toma de posesión había voces que pedían para la presidenta el beneficio de la duda y los más optimistas decían que cuando se calzara la banda presidencial o se sentara en la siilla presidencial sería diferente a la candidata o a la presidenta electa.
Pues no, Claudia Sheinbaum en poco más de dos semanas replica las acciones cotidianas de su antecesor, la mañanera, las giras de fin de semana, bueno hasta lo imita en sus fobias y obsesiones. Escucharla es la réplica de lo que decía López Obrador hasta el último día de su gobierno.
Una cosa es dar continuidad a lo que funciona y otra el continuismo, la camisa de fuerza que se observa trae puesta y que parece le gusta, le acomoda.
¿Tiene caso seguir un absurdo pleito con España, el segundo socio comercial, por una causa perdida? ¿Con razones que rayan en el absurdo?
¿A qué viene eso de referirse a los expresidentes por su apellido como Calderón o Zedillo y a su antecesor como el Presidente López Obrador? Tan expresidentes unos como otros. ¿Ni en eso se va a distinguir?
Grave, muy grave que en medio del clima de polarización que prevalece en el país la presidenta anuncie que no se reunirá con la Corte o que se niegue ha hablar con la oposición. Esta en su derecho de limitar su trato con los embajadores, en particular con el de Estados Unidos, a condición de que se trate de acciones administrativas y no de las calenturas del que se fue.
Ayer preguntó ¿Quién es Garcia Luna? La respuesta es, un ciudadano mexicano, como Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, el Señor Guzmán como decía el expresidente, quien tantas defencias tuvo para el narcotraficante sentenciado y para su familia. O como Rubén Rocha Moya, Américo Villarreal o Andrés Manuel López Obrador, sobre quienes hay sombras de de duda que no se acaban de disipar.
El tema de la reforma al poder judicial ocupa un lugar especial porque se recuerda que poco después de la elección hizo saber que le gustaría que se tomase un poco más de tiempo para el análisis, pero López Obrador le enmendó la plana, agilizó los tiempos y hasta la embarcó en los procesos hasta la publicación en el Diario Oficial.
¿Qué decir de los ajustes, que no reforma, en materia energética. Sheinbaum había sostenido su interés por emprender un proyecto a favor de las energías limpias, pero tal parece que seguirán las compras de combustóleo de la CFE a Pemex, con toda la contaminación que representa.
La presidenta sostiene que se trata de un proyecto que inició López Obrador, lo calificó como el segundo piso de la cuarta transformación, a diario reitera su lealtad y admiración por López Obrador, a pesar de que son muchas las voces que advierten que esa codependencia no ayuda a su gestión.
Otras versiones sostienen que la mano de López Obrador está presente todos los días, de entrada con la mitad del gabinete que le impuso y desde luego en acciones como las ocurridas en las cámaras que han tenido que recular porque, al parecer no consultaron la mandataria.
Hay un buen trecho entre la admiración y andar sudando calenturas ajenas.