Carlos Urdiales
Sobre la marcha
El experimentado reportero de nota policiaca Víctor Sandoval convino con su familia celebrar el Día del Padre en el restaurante, conocido y frecuentado por el periodista, El Camarón Guasaveño, en avenida Fray Servando Teresa de Mier 45, colonia Centro, Alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México.
Al llegar lo recibieron los del valet parking ofreciendo reparar, a buen precio, los “detalles” del auto, nuevo y sin desperfectos por cierto.
Rechazada la oferta de estética automotriz exprés, los acomodadores insistieron en que el coche traía rayones, al tiempo uno de ellos, aplicó con su mano el peso necesario para zafar una grapa de la facia trasera del vehículo.
Ante el descaro del asalto, Víctor y su familia decidieron marcharse, pero no contaban que eso desataría la furia de al menos tres de ellos. Uno propinó un golpe, con la cabeza, directo a la nariz del hijo de Sandoval, los otros ante la reacción refleja del padre, lo golpearon y derribaron, al joven lo patearon.
Fueron comensales quienes intercedieron ante la artera agresión. Tras varios intentos fallidos, lograron que una ambulancia prestara atención a Víctor y su hijo.
A los tres del valet, escondidos en el estacionamiento, los detuvo la Policía de la Ciudad y presentaron ante el Ministerio Público. Las cámaras de video del local dejaron de funcionar, al menos eso le dijeron al reportero.
Con doble fractura en la nariz y lesiones en la espalda a mi compañero reportero de W Radio y a su hijo, las víctimas esperan los peritajes para proceder judicialmente en contra de los responsables.
¿Cuántas veces habrán asaltado a comensales impunemente estos tres hampones? Seguro que muchas. En las primeras horas, una abogada de la empresa de valet parking preguntó: ¿Cuánto por parar la bronca? ¿Diez mil, quince, veinte mil? El caso de Víctor transitará por donde debe, con su civismo como bandera y su oficio como estímulo.
En la Ciudad de México, con su boyante actividad gastronómica, recreativa y turística, proliferan las agrupaciones de valet parking que toman cuadras para su uso y explotación mercantil, cobran lo mismo cien pesos para bajarse a comer que 300 por entrar al Foro Sol o Palacio de los Deportes.
En zonas como Polanco, los parquímetros resolvieron poco, para no caer en manos de pandilleros uniformados que hacen lo que quieren con los autos, que no responden ante daños o robos, que dilatan en traer de vuelta la unidad porque el servicio ya fue pagado, el pacto social de ese desorden es aflojar. No hacerla de emoción y asumir como normal, lo ilegal. Normalizar la impunidad.
Queda exigir a las autoridades vigilar y sancionar a quienes violan normas de convivencia. A los comercios, corresponsabilizarse por los que afuera de sus restaurantes, foros o teatros se aprovechan de los clientes. Y a los impartidores de justicia, no dejarse intimidar por la ley del barrio.
Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis.