Nadie lo puede poner en duda, excepto aquellos a quienes les conviene negarlo, pero este proceso electoral fue sucio. Tanto como aquel cuando Vicente Fox se entrometía con frecuencia. Lo mismo ahora, merced a las crónicas y cotidianas intromisiones del presidente de la República.
Por eso en repetidas ocasiones (no hace falta contarlas ni exhibir las fechas), la candidata Xóchitl Gálvez denunció la preparación y puesta en marcha de una elección de Estado. Sabemos, decía a qué nos estamos enfrentando. A toda la maquinaria del gobierno. Una y otra vez.
Por eso hay dos conductas, excluyentes y opuestas entre sí cuya comprensión es imposible.
La primera, el saludo y reconocimiento de la victoria de Claudia Sheinbaum en las primeras horas del lunes.
“(La jornada).- Casi al filo de la una de la mañana, después de que el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer los resultados preliminares de la elección presidencial, con una diferencia de más del 20 por ciento entre ella y Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez salió a reconocer la victoria de la candidata de Morena, ya que las tendencias las consideró «irreversibles», aunque advirtió que el reconocimiento no es gratuito y adelantó que seguirá como defensora de la democracia”.
El reconocimiento en una elección no puede ofrecerse como exhibición de legalidad. Solamente se comprende tal diligencia en medio del aturdimiento causado por la explosión de una realidad abrumadoramente adversa cuyos orígenes el PAN explica de esta manera en el Instituto Nacional Electoral:
“…fue una elección inequitativa, un proceso electoral inequitativo, donde hubo una intervención permanente y descarada del gobierno federal. Donde el presidente se erigió como principal promotor (de su candidata) …”
Como ejemplo de administración del tiempo, podemos echar mano de la sagacidad de Andrés Manuel L.O. en el caso de Joe Biden. Lo voy a felicitar, dijo, cuando la elección ya tenga un resultado definitivo. Simplemente ganó tiempo para hacer arreglos diplomáticos y enjuagues políticos.
Y en otro caso más cercano, la obvia reunión con Sheinbaum: voy a esperar para reunirme oficialmente con ella cuando reciba su constancia de mayoría. Darle tiempo al tiempo y cerrar las puertas de la murmuración. Y eso ahora, cuando ya no tiene nada por perder. Ni por ganar, al menos no ante el ojo público.
En privado, sólo ellos saben lo profundo de la cazuela y el peso del morral.
Pero si la declaración de la madrugada del lunes fue atropellada, innecesaria para ella y sus seguidores, resulta absolutamente incomprensible a la luz de las siguientes declaraciones y actitudes:
“… (El economista).- La excandidata a la Presidencia de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, anunció que presentará impugnaciones debido al actuar del Estado mexicano al impulsar la candidatura Claudia Sheinbaum, quien será la próxima presidenta de México”.
Obviamente la elección estuvo desnivelada. Los dados cargados, la balanza manoseada. Es claro el peso presidencial, también la prolongada compra de votantes a lo largo de todo el sexenio, ´pero por esas mismas razones nunca debió Xóchitl reconocer de manera tan apresurada (ni siquiera había acabado el PREP), la irreversible tendencia victoriosa de Sheinbaum.
Y ahora cuando ya se oyen los gritos de voto por voto y etc., se debe recordar cómo Andrés Manuel jamás reconoció al espurio, como le decía a Felipe Calderón. Si le hubiera dado el reconocimiento, en vez del desconocimiento, habría perdido la fuerza para ocupar el Zócalo y Reforma, reorganizarse y ganar la presidencia dos veces. Una para él y otra parta su sucesora.
Lo hice porque soy una demócrata, dijo XG. No, la democracia no consiste en felicitar primero y denunciar un fraude después. Con todo respeto.
No se le aplaude al América y luego se niega la validez del penalti contra el Cruz Azul.
INE
Más allá de escucharla decir como el 777, “a sussordenes, jefe”, Guadalupe Taddei exhibió sus enormes limitaciones sobre todo en los conteos y la distribución del plurinominales. Un batidillo.
Rafael Cardona