“…Con Arista en la presidencia, mi regreso a México era casi un imperativo moral, porque si nadie le
paraba el alto, la nación quedaría reducida a cenizas. Lo mismo pensaban los auténticos patriotas, ya
fueran liberales o ultramontanos, que me comunicaban por carta sus inquietudes y daban por descontado que obtendría el respaldo popular apenas desembarcara en México. Por precaución, dejé madurar el descontento sin comprometerme con ningún partido.
“En la prensa, los dos bandos opositores al gobierno se acusaban mutuamente de querer utilizarme como escalón para obtener posiciones. A pesar de mi lejanía ya era otra vez el árbitro de la política nacional, sin haber movido un dedo para ganar adeptos. La certeza de que mi regreso no podía demorarse mucho mejoró mi estado de ánimo: apadrinaba a los hijos de mis peones, asistía con Loló a los teatros de Cartagena, palmoteaba el trasero a mis criadas y me chanceaba con los galleros de los contornos, que venían a perder su dinero en el palenque de La Rosita, donde yo quitaba y ponía a los jueces para ganar todas las peleas…”
De este modo –se imagina y escribe Enrique Serna–, Don Antonio López de Santa Anna cavilaba (en 1874), los pretextos para volver a México desde el exilio colombiano. Como todos sabemos la Revolución de Ayutla de 1854 el movimiento liberal, liderado por Juan Álvarez, derrocó a Santa Anna y lo mandó muy lejos. El dictador peregrinó por Estados Unidos, St Thomas y al final Nueva Granada (Colombia).
“…Impuestos de su inclinación por el sistema de gobierno centralista (le decía Lucas Alamán), sabemos de antemano que aprobará nuestra idea de sustituir el Congreso por una comisión de notables que lo asista en sus funciones de gobierno. Presumimos también que no tendrá usted empacho en distribuir los haberes de los municipios, ni se opondrá a proteger la industria nacional, restituyendo los aranceles internos, como en los gloriosos tiempos de los virreyes…”
Obviamente la lectura de la novela histórica no es la herramienta recomendada a quien desea analizar y comentar los hechos cercanos de la patria, pero esa actitud de Santa Anna, conocida por algunos como el resplandor de la dictadura (Rafael F. Muñoz) o la seducción de la patria (Del ya dicho Serna) y en tonos más académicos y rigurosos como la nación de un sólo hombre (González Pedrero), debe ser materia del conocimiento de cualquiera cuya vocación sea salvar a la patria después de haberla gobernado y causa suficiente para romper las autoimpuestas cadenas de un exilio interior y un disciplinado silencio.
Por eso las expresiones de la conferencia de medios del Señor presidente ayer en el Palacio Nacional, donde la lluvia se parece al goteo definitivo de la clepsidra y marca el fin de su tiempo constitucional (le quedan menos de Cien Días; como a Napoleón después de Elba), me hacen recordar una frase inmortal de Fidel Castro.
–¿Usted es un dictador?
–De ninguna manera, yo soy un esclavo del poder…
Pero Don Andrés Manuel L.O., no está sometido al poder. Él es un cautivo de la patria… Por eso en torno de las hipotéticas causas de su (anhelado) regreso al escenario, habla así
–“Solo que hubiese una situación gravísima, por ejemplo, una invasión, una guerra; pero eso no va a haber. Si me pide (la señora presidenta) que yo ayude en algo, ayudo, ahora sí que la patria es primero”. Sin embargo, confió en que la futura mandataria no necesitaría su ayuda… no va a hacer falta (atender el llamado) porque la presidenta electa es giganta, giganta… No va a tener ningún problema, lo estamos viendo ahora, la gente está muy contenta con ella. Además, es una mujer con convicciones, ideales, es una mujer honesta”.
DOLORES TOSTA
Le reclamaba su esposa a Don Antonio, ¿otra vez metido en problemas? Prometiste dejar la política…
Rafael Cardona