Atrapados en la camisa de fuerza de la caprichosa estructura, temario, orden, duración y comportamiento políticamente correcto (pero incorregible, en el fondo), los candidatos al gobierno de la ciudad se presentaron al tercero y último debate (por llamar de alguna manera a ese pastiche entre las tesis y los desplantes), sin lesiones perdurables, sin insultos sangrientos y lo peor, con una sarta de “propuestas” infinitas, pero sin ofrecer ni una sola solución real a los problemas ahí abordados.
Por ejemplo, todos exhibieron sus preocupaciones por la escasez de agua, pero en los tres debates ni siquiera se presentó un proyecto viable para traer caudales a la ciudad de México. La palabra acueducto estuvo prácticamente prohibida. O al menos ausente.
Los tres candidatos dijeron tener llaves mágicas para resolver cualquier cosa. La inseguridad, la contaminación, la falta de agua, la sequía, la envidia, la pobreza y hasta los problemas de los niños callejeros. Y ya de las novedades descriptivas de la fisonomía y los anteojos de cada participante, dizque para ilustración de las personas ciegas, es ir demasiado lejos. Con la descripción de si misma hecha por Clara Brugada) tengo piel morena, cabello rizado recogido, uso lentes), los invidentes podrían haberse imaginando a la exfiscal Godoy.
Esa mamila no se le habría ocurrido ni a Cachirulo.
Pero públicamente –en las cosas supuestamente serias–, no explicaron cómo poner en práctica cada una de sus maravillas. Ni siquiera los vestigios de la historia les sirven de inspiración.
Ninguno de ellos pudo asomarse a intentar algo como la maravillosa obra del Padre Tembleque en el siglo XVI.
–¿Cuál?
Leamos:
“(ST).- El acueducto del Padre Tembleque o acueducto de Tembleque, en México, es un acueducto ubicado en los municipios de Nopaltepec, Axapúsco y Otumba del Estado de México y el municipio de Zempoala y Tlanalapa del Estado de Hidalgo.
“La obra de ingeniería hidráulica más importante construida por el virreinato de la Nueva España durante el mandato del virrey Antonio de Mendoza y Pacheco en el continente americano que tuvo la finalidad de conducir agua a los pueblos indígenas de Otompan, actual Otumba y la Congregación de Todos los Santos actualmente Zempoala, así como a otras poblaciones nativas ubicadas en su trayecto.
“La obra fue planeada y dirigida por un fraile franciscano de nombre Francisco de Tembleque, natural de la provincia de Toledo, España, quien llegó a la Nueva España en 1542 en compañía de fray Juan de Romanones y fray Francisco de Bustamante al pueblo de Otumba (hoy Estado de México), donde motivado por la escasez de agua en la región y por el acercamiento que existía en las ciudades coloniales españolas decide iniciar una obra encargada de llevar el vital líquido a los indígenas de dichas poblaciones junto a todas aquellas que se encontraban en el trayecto.
“Finalmente, en 1562, con ayuda de indígenas en su mayoría, el padre Tembleque logró llevar agua a una fuente ubicada en el centro de Otumba.
“Conformada por 6 arquerías, de las cuales la más conocida se encuentra sobre el río Papalote próxima a la población de Santiago Tepeyahualco; la Arquería Mayor o Arquería Monumental de Tepeyahualco, se ubica entre los límites del Estado de México y el Estado de Hidalgo, siendo el cauce del Papalote el límite natural; esta sección cuenta con 68 arcos de medio punto que se extienden a lo largo de 904 metros, alcanzando en su punto más alto 38.75 metros”.
Esta obra colosal, en una época de ingeniería rudimentaria es ahora patrimonio de la Humanidad, declarado así por la UNESCO:
Nadie va a declarar patrimonio de la humanidad las obra de un señor (cuando la tenga), cuya mayor kdea para resolver la contaminación de la ciudad de México es ganar el gobierno local para clausurar una refinería donde no tiene autoridad (no la podría cerrar) o a una señora que quiere resolver los problemas de aquí con el argumento del espanto guanajuatense.
Si nos atenemos a esto, la democracia termina siendo una costosa manera de perder el tiempo.
NOTA.- Escribí sobre compromisos paritarios y el duende escribió compromisos partidarios. Ojo.
Rafael Cardona