El Estado soy Yo. Luis XIV
En México es muy común confundir al Estado con el gobierno. En estos momentos tan críticos para México y su futuro conviene distinguir qué es el Estado y qué es el gobierno.
El Estado puede definirse como un conjunto de instituciones que tienen la autoridad para establecer las normas y leyes que rigen a una sociedad en un territorio determinado. El Estado es el derecho y en este sentido, es abstracto.
El gobierno son las autoridades (personas) que dirigen, controlan y administran las instituciones del Estado. Un gobierno es algo concreto, dirigido por personas que pueden tener o no un origen democrático.
¿Qué une al Estado y al gobierno? La Constitución, que es la norma fundamental de un Estado. La Ley Suprema.
¿Pero qué sucede cuando un gobierno manipula las leyes o hace un mal uso de los recursos públicos para perpetuarse en el poder? En este caso estamos hablando de una elección de Estado.
En el caso concreto de México, la elección de Estado para perpetuar a la 4T y a su pontífice máximo en el poder inició en 2018.
Como buen autócrata que se respete, este tipo de gobernantes suelen llegar al poder por la vía democrática, para inmediatamente eliminar a la democracia o a cualquier institución que pueda interponerse en sus planes.
AMLO lo tenía claro, muchos años antes de llegar a la presidencia; una vez que tuviera el poder no lo soltaría nunca más. Lo primero era imponer la idea del “hombre fuerte” y el vehículo perfecto era “la mañanera”. La propaganda perfecta. Esa, ni Fidel Castro la tenía.
Lo primero fue silenciar e intentar sustituir a los medios que desde un inicio se le opusieron, la mañanera rigió durante los tres primeros años de su gobierno a la opinión pública. Su opinión y sus datos fueron la verdad única.
Al mismo tiempo AMLO se dedicó a aplastar a sus oponentes políticos, es decir, cualquier persona o partido que se opusiera en lo más mínimo a su voluntad unipersonal. Inmediatamente después, se fue sobre los “intelectuales conservadores” que tuvieron el atrevimiento criticar al régimen.
Ya desde el 2021, Claudia Sheinbaum despuntaba en el horizonte político como su futura sucesora. La elección de Estado estaba enfilada.
AMLO dispuso del mayor gasto social de la historia de México a fin de asegurar el voto clientelar sin importar el costo que eso pudiera significar: ¿Si había que destruir el sistema de salud? ¡Que no queden ni aspirinas!, ¿Si había que dar abrazos y más abrazos a los peores enemigos de México ¡No importa, son socios!, ¿Si era necesario reescribir la historia de México con pirámides de cartón ¡Vale madres, que se reescriba! Todo por el líder y su proyecto.
En la medida que se acrecentaba el poder de AMLO, crecía a la par su negación de la realidad: Los 180,000 muertos (y contando) de su sexenio no existen. Los más de 100,000 desparecidos son una ficción de los conservadores. El crecimiento del 240% de la deuda pública es falso, él tiene otros datos. La quiebra absoluta de Pemex y la CFE fueron para defender nuestra soberanía. Locura total.
AMLO no se ve como un hombre de Estado, él es el Estado. Esta elección es su elección y cree, con total convicción, que podrá hacer su regalada gana. Uno más que no entiende, que no entiende.
No entiende que MORENA perderá su mayoría en el Congreso. No entiende que perderá muchas gobernaturas. No entiende que perderá la CDMX. No entiende que sí hay una oposición real; los ciudadanos. No entiende nada.
¿Ganará Claudia o Xóchitl? No lo sé, pero sí sé que el estilo de gobernar de AMLO ha quedado sepultado para el bien de México. Y no se lo debemos a nadie. Lo hemos construido los ciudadanos.