El mejor antídoto contra los golpistas con y sin poder son las leyes y los patriotas, eso debe quedar claro este 2024 en dos de los países que tendrán elecciones presidenciales, sobre todo ante las bravatas de eso de golpe de estado técnico y del baño de sangre, que han ocupado los titulares en México y Estados Unidos.
La historia no ha sido lo suficientemente clara de los riesgos a los que fue sometida la democracia de Estados Unidos después de que salieron con vida el entonces vicepresidente Mike Pence y la lideresa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, durante la insurrección del 6 de enero de 2020 en el Capitolio de Washington. Por fortuna los dos viven. Los dos estuvieron a minutos de ser linchados por la turba que invadió la sede legislativa y estaba resuelta a atacarlos. Contra los invasores la policía actuó con celeridad y oficio para ponerlos a buen resguardo.
Mike Pence se negó a descalificar el resultado de la elección con el voto de calidad que tiene en el senado el vicepresidente en funciones, a pesar de que Donald Trump lo hostigó por todos los medios, hasta lo tildó de cobarde. Pence en todo momento sostuvo que por encima de todo y de todos estaba la Constitución.
Otro reconocimiento lo merece el secretario de estado de Georgia, Brad Reffensperger, quien se negó a alterar los resultados como se lo exigía Trump.
En México el proceso electoral es diferente, la organización, desarrollo y calificación de la elección del 2 de junio está en manos del Instituto nacional Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Aunque lo sabemos y en las leyes están claros los procesos y procedimientos, con insistencia se refiere el riesgo de que López Obrador no quiera entregar el poder, que, en caso de que la elección no arroje los resultados que desea, oponga resistencia desde el poder contra la voluntad de los ciudadanos. Nunca ha aceptado la derrota, se dice por todas partes.
El presidente que fue el motivo e impulsor de las actuales leyes electorales a diario las viola. A sabiendas de que las sanciones son irrelevantes, critica opositores, descalifica a las instituciones y denuesta a quien le da la gana y por si faltara sostiene que hay ¿amenaza? De un golpe de estado técnico, un forzadísimo concepto del que se tienen pocas experiencias, de hecho, solo una en Guatemala. De acuerdo con el taller Spin de Luis Estrada, en 1298 mañaneras AMLO ha mencionado 167 veces el término golpe de estado; parece que el término lo subyuga.
Luis Carlos Ugalde, quien de elecciones sabe mucho, advierte que, Si gana Xóchitl Gálvez, el mejor desenlace —que no va a ocurrir— es que su triunfo sea aceptado por el presidente López Obrador y por la candidata oficial. Y si ello no ocurre, que las autoridades electorales tengan la fortaleza —junto con las Fuerzas Armadas— para garantizar una transición de gobierno a pesar de los pataleos presidenciales.
Lo anterior no da para el optimismo, tanto las autoridades electorales como las fuerzas armadas se han mostrado proclives y obedientes, las segundas a las órdenes, deseos y acciones del presidente.
Cuando Trump amenazaba con atrincherarse en la Casa Blanca la respuesta fue, el servicio secreto lo saca ¿Y en México?
Trump y López Obrador encuentran en el caos y el enfrentamiento una especie de hábitat natural, provocan para alcanzar un fin, el 6 de enero y el plantón en Reforma son ejemplos. Por ahí leí la cita de uno de los genios de la historia que antes de la segunda guerra mundial advirtió ¿No se dan cuenta que busca una guerra?