Nadie lo habría pensado, pero en la oratoria con descuido, hay cosas sorpresivas.
Una de ellas –quien lo diría–, es escuchar a Claudia Sheinbaum (en su registro como candidata de Morena en el Instituto Nacional Electoral) apartarse de las líneas de López Obrador y parafrasear a Gustavo Díaz Ordaz.
Dijo la señora Sheinbaum:
“…Extendemos nuestra mano y convocamos a todas y todos los sectores, clases sociales, a todas y todos los mexicanos de buena voluntad («todes» pueden abstenerse), a seguir el camino trazado por la historia que ya no tiene marcha atrás… (X)”
Si al párrafo anterior se le retiran los repetitivos argumentos del “camino trazado por la historia” (como el estalinista famoso, el pintor Siqueiros con su célebre: «no hay más ruta que la nuestra»), el rollo de la mano tendida le pertenece por relato y registro a don Gustavo.
“…Una mano está tendida: es la mano de un hombre que a través de la pequeña historia de su vida –dijo en Guadalajara, en agosto del turbulento año 1968–, ha demostrado que sabe ser leal.Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire o bien esa mano, de acuerdo con la tradición del mexicano, con la tradición del verdadero, del genuino, del auténtico mexicano, se ve acompañada por millones de manos de mexicanos que, ente todos, quieren restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias…”
Y también se podrán recordar estas palabras:
“La injuria no me ofende; la calumnia no me llega; el odio no ha nacido en mí…”.
La señora candidata no se refirió abiertamente a esas feas pasiones, como el odio ante la injuria, se sienta o no como ofensa, pero sí pudo en la convocatoria incluyente, calificar a sus adversarios, quienes por miles llenaban, casi a la misma hora, plazas y calles de las principales ciudades del país, en un clamor general de respeto por la libertad del voto y la prevalencia de las instituciones democráticas:
«…resulta importante y más aquí en este recinto, señalar la falsedad e hipocresía de aquellos que hablan o marchan por la democracia, cuando en su momento, promovieron fraudes electorales o nunca vieron la compra de votos, o se les olvidó respetar a los pueblos indígenas, promoviendo la discriminación y el clasismo…»
En ese marco de lejanía con los miles de ciudadanos (sin derecho de mano franca), la señora describió su forma de hacer política «con amor y no con odio, y sin traicionar ni a defraudar (tampoco robar o engañar al pueblo es obvio)», lo cual de nuevo la colocó en el carril imitativo de su mentor, gestor, descubridor, promotor, profesor e inspirador, el señor licenciado Andrés Manuel López Obrador, de México el salvador y transformador (nomás me faltó tractor).
Y por si hubiera alguna duda sobre el nado sincronizado (o la oratoria compartida, la comunión ideológica o al menos discursiva) hay expresiones casi idénticas de quien se va, (pero no se va) y quien quiere llegar (pero no ha llegado), en contra de quienes participaron –o inspiraron o condujeron– en las marchas o concentraciones o mítines; qq reuniones masiva o como se les quiera llamar a la multitudes vestidas de rosa y blanco (como las hormiguitas de Cri-Cri)
Esto dijo con pocas horas de diferencia el Gran Timonel de la Nación:
«…Por eso también son las protestas, los enojos, como la manifestación de ayer, porque los que estaban antes, ya sea en el gobierno o ya sea los que se beneficiaban con la corrupción, están inconformes y quieren regresar
“Se disfrazan de demócratas cuando eran los más tenaces violadores de los derechos del pueblo.
«Dicen, vamos a defender nuestra democracia, ¿cuál es la democracia de ellos? Pues la que funciona nada más como parapeto cuando en realidad lo que había era el dominio de una oligarquía corrupta”.
Rafael Cardona