Durante todo este largo periodo de aspiraciones, precampañas, pretextos para la promoción, subterfugios, violaciones esenciales de las leyes electorales y por fin, cierres de precampaña, hubo dos ideas dominantes, debidamente sembradas ambas por el control mediático y “paramediático” (es decir, redes sociales), de la hábil Cuarta Transformación”.
La primera, Xóchitl fue flor de un día y el globo perdió aire y calor y se desinfló como una vieja bolsa caliente de don Joaquín de la Cantolla y Rico, aquel olvidado viajero aerostático del México perdido.
La otra, Claudia Sheinbaum es invencible porque invencible es su discurso reiterativo del infalible discurso presidencial. La perdurabilidad de la mentira sexenal resulta (según la propaganda y sin decirlo abiertamente), suficiente frente a un pueblo hipnotizado por el mesmerismo verbal del caudillo, su prometida redención nacional y su productivo hábito de regalar dinero a cambio de gratitud en las urnas.
Y en cierto sentido esas cosas son reales. Pero el cierre de precampaña de Gálvez mostró un cambio hasta en la percepción (y la publicación), de los críticos de buena fe cuyas aportaciones a Morena se mantuvieron de manera sostenida con la crítica a Xóchitl en términos rigoristas, nunca aplicados con el mismo rigor hacia la señora Sheinbaum cuya campaña es desoladoramente anémica.
Obviamente las facturas publicitarias provienen del Palacio Nacional. No vaya a ser.
Hay algunos ejemplos de esa crítica sesgada con apariencia de objetividad inmaculada.
Cuando en el Monumento a la Revolución a Xóchitl le falló el tele-pronter y tropezó con su discurso, los alzacejas profesionales dijeron: no sabe ni manejar el aparato. El domingo, cuando el mismo aparato funcionó a plenitud, casi en el esquema TED, algunos encabezados, especialmente el domingo mismo, se centraban en la utilización del tele-pronter.
Algo tan ridículo como si se dijera, escribió con una pluma, una PC o una máquina vieja Remington de mecanografía.
Sin embargo, no hay rigor crítico en torno de los tropezones de doña Claudia. Por ejemplo, este:
“… (Apro). – La precandidata a la Presidencia de la República por la coalición Seguiremos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo, pidió “unidad y respeto” ante cientos de voces que reclamaban en Yautepec que el de Cuauhtémoc Blanco Bravo es un gobierno corrupto.
“Los reclamos fueron expresados durante el discurso de la precandidata en el acto matutino que realizó en este municipio ante unas tres mil personas, la mayoría militantes del partido local Nueva Alianza.
“… Yautepec es gobernado por Agustín Alonso Mendoza, quien compitió por Morena; su hijo, Agustín Alonso Gutiérrez, es diputado local y fue postulado por Nueva Alianza. La coalición Seguiremos Haciendo Historia incluye a ambos partidos. Agustín Alonso Gutiérrez ha sido señalado también como aliado del fiscal de Morelos, Uriel Carmona Gándara, a quien por cierto Sheinbaum volvió a calificar de “protector de feminicidas”.
Así que fueron varias las inconformidades que afloraron en el acto político de Sheinbaum. Por ejemplo, el abucheo y la rechifla cuando fue presentado Víctor Mercado Salgado, conocido como El Güero, precandidato al Senado. Alguien gritó: “¡Es un ratero!”, pero el también exsecretario de Movilidad y Transporte de Cuauhtémoc Blanco ni se inmutó”
El colmo fue cuando tras la arenga por la unidad y el respeto Doña Claudia coronó su insuficiencia verbal con aquello de no somos iguales. ¿Quiénes no son iguales a quiénes?
“Las rechiflas y abucheos también alcanzaron al medio hermano del gobernador, Ulises Bravo Molina, quien se encuentra en funciones de líder de Morena en Morelos”.
El discurso de Claudia no tiene ni originalidad ni creatividad. Es un papel calca –una grabación como la de la camioneta que compra lavadoras, refrigeradores colchones– sobre las diez o doce frases inamovibles en la perorata de Andrés Manuel. Débil, sin presencia escénica, con poca potencia en la garganta, con falsos tonos de mala respiración oratoria y lo peor, sin nada en el contenido, la señora Sheinbaum avanza con muletas.
Xóchitl cuando se tropieza siquiera lo hace con sus propias piernas.
Rafael Cardona