El Papa Francisco no tiene miedo a los cambios, es más, los quiere, el problema es que existe una red de ultraconservadores que piensan diferente. Desde el momento en que convocó a un sínodo se proponía cambios sustanciales, diría urgentes, desde abrir la puerta a la participación de las mujeres hasta respetar las uniones de personas del mismo sexo, mayor papel de los laicos, la apertura a las diócesis de países que requieren de tratamientos especiales, como China por la enorme población o África por la dispersión de sus países; pero sobre todo, el papa llama a escuchar a TODOS, dejar que entre el Espíritu Santo y actuar en consecuencia.
Al dirigirse a los diocesanos en 2021, Francisco explicó que “la sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión”. La palabra “Sínodo”, de hecho, contiene todo lo que necesitamos entender: “caminar juntos”. Pidió que no se deje a nadie afuera o atrás: “vale no solo para los presentes, sino para toda la Iglesia, que no se fortalece solo reformando estructuras, dando instrucciones, ofreciendo retiros y conferencias, o a fuerza de directivas y programas, sino que redescubre que es un pueblo que desea caminar junto, entre sí y con la humanidad”.
Lo siguiente es especulación propia, el Papa Benedicto XVI sabía que su tiempo había terminado, que era necesario un relevo, pero no un relevo cualquiera, que era indispensable un pontífice del nuevo mundo, capaz de hacer los cambios urgentes de una iglesia que se va quedando atrás frente a los movimientos de los evangélicos y otros grupos cristianos que han crecido y la fortaleza de religiones como la musulmana. Un papa capaz de hacer cambios iguales o mayores que los del Concilio Vaticano Segundo.
Otra especulación propia, Benedicto desde que fue prefecto del Dicastario de la Doctrina de la Fe, fue el poder detrás del trono durante el pontificado de Juan Pablo Segundo, a la muerte de este pasó a ser un Papa de transición.
No ha sido fácil, Francisco tiene todo, pero tampoco puede contra todo el establishment, su salud no es la mejor y las presiones vienen de diferentes lugares y personajes muy influyentes. El Sínodo comenzó en 2021, en principio terminaría en 2023, pero seguirá hasta octubre próximo, para entonces, se supone, habrían madurado temas candentes como la participación de las mujeres en la iglesia.
Justo en ese tema la figura de la monja francesa Nathalie Becquart de 54 años, subsecretaria del sínodo episcopal y primera mujer con derecho a voto, las mujeres tienen una pequeña participación, donde los laicos llevan un papel mayor, aunque menor que el de los obispos.
Ya en 2019 y con el propósito de aumentar las celebraciones eucarísticas, el sínodo sobre la situación de la iglesia en la Amazonia sugirió ordenar mujeres al sacerdocio y terminar con el celibato para los sacerdotes.
Los cambios en la iglesia católica son lentos, será una labor titánica, se acaba de observar con el anuncio de permitir bendiciones a las uniones de personas del mismo sexo. Bendición sí, matrimonio no, se apresuraron a aclarar algunas voces.
Las interrogantes están a la vista ¿Se abrirá la participación y designación de las mujeres en cargos e importancia? ¿Las mujeres podrán ser ordenadas? ¿Se le pone fin al celibato? ¿Avanzarán en temas de diversidad sexual, parejas o personas divorciadas, derechos humanos, sanciones contra curas pederastas?
El sínodo está en su recta final veremos si el Papa Francisco puede impulsar los cambios urgentes, en los diez años de su pontificado hay modificaciones importantes, pero faltan los cambios de gran calado o si se siguen imponiendo los que pronostican un cisma si se someten a debate temas que ya han sido decididos por la iglesia.