Sobre la marcha
El País como tablero, candidatos, partidos, congresos, jueces, medios y ciudadanos, piezas que el inquilino de Palacio acomoda, utiliza y proyecta a su antojo.
A su candidata la construyó sin pausa ni prisa. A la sorprendente oponente, la esculpió a golpe de señalamientos, provocaciones y un estratégico desdén. La infló y movió de la casilla chilanga, en donde lucía competente, a la nacional, donde cuenta más dudas que certezas.
La opinocracia nacional alimentó expectativas con imaginarios enroques. Marcelo en lugar de Claudia. El PRI con Morena. MC con un Ebrard rebelde, valiente e impaciente.
Y no, el juego marcha según el manual del viejo priista o del morenista de nuevo cuño. A una voz, con una sola mente, la del hombre que intuye cada jugada y sus oponentes que no entienden.
Puro engaño con la verdad por delante. Parecía Claudia, fue Claudia. Marcelo no era, no fue, ni se fue. El PRI se quedó, igual que PAN y PRD, para medrar de la derrota que internamente prevén.
La campaña de la jefa sin sobresaltos. Incorpora a los suyos, cobija a su caído y lo apunta al senado. Llama a los expertos digitales de la innovación pública para replicar estructuras funcionales y rentables ante la clase media que más le interesa. Y preocupa.
O no tanto, porque los malquerientes del líder ahora dudan entre dos piezas y movimientos. O naranja con Samuel o variopinto con Xóchitl. Al de Nuevo León el presidente apenas lo toca, lo defiende del encono local y lo sube de nivel. Como a X y como al otro X.
Dijo López Obrador que los conservas del PRIAN estorban al gober norteño porque se metió a su cancha. Porque les enoja que le dispute terreno a su proyecto. Le aplica la de enemigo de sus enemigos es amigo. Y lo pone en lisa. Divide para vencer. De manual, pues.
En este premeditado y prematuro proceso electoral, atestiguamos debates sobre el uso de las encuestas como propaganda y de la propaganda, como creación cinematográfica sexenal.
El documental de Luis Mandoki sobre Claudia Sheinbaum, estrenado esta semana, inicia y termina con la figura de AMLO en pantalla. El chiste se cuenta solo.
En otra casilla, el ajedrecista saca al ministro militante de la 4T para cambiarlo por una ministra militante de la 4T.
Hace ternas sin hacer corajes, mal cuenta la votación con la cual batearon sus propuestas, le da igual si a Bertha Luján le faltaron cinco u ocho votos.
Descuida el detalle insulso en el contexto de una partida mayor. Prepara la imposición de su voluntad sea por ternas o por descarte. Sonríe, ya ganó.
A lo mejor Otis no mató a 50 en Acapulco. Hay 31 navegantes desaparecidos innombrables en la narrativa oficial. Pero el presidente ya los mencionó en la mañanera, luego existen, o existieron. El menosprecio y las licencias que da controlar el tablero.