A pesar de la remota ubicación, este sábado llegaron al puesto de control unos 55 migrantes, más de lo habitual, al puesto de control de Raja-Jooseppi, en el norte ártico.
Es el cruce fronterizo más septentrional entre Finlandia y Rusia, situado en medio de la naturaleza salvaje de la región de Laponia, a unos 250 kilómetros de la ciudad rusa de Murmansk, y el único que por ahora sigue abierto.
Las autoridades finlandesas dijeron que son casi todos hombres (nueve de 10) y que llegan de países como Siria, Yemen, Somalia, Irak y Afganistán. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, las autoridades rusas les dejan llegar hasta ahí aunque no tengan documentos, aseguran los funcionarios finlandeses, que culpan a Rusia de esta crisis migratoria.
Llegan a las duras condiciones invernales de Finlandia calzando zapatillas, la mayoría montados en bicicletas.
“Tenemos pruebas que muestran que, a diferencia de antes, no solamente las autoridades fronterizas rusas están dejando que personas sin la documentación adecuada lleguen a la frontera finlandesa, sino que están activamente ayudándolas a llegar a la zona fronteriza”, declaró el miércoles a The Associated Press la ministra finlandesa de Asuntos Exteriores, Elina Valtonen.
De acuerdo con las estadísticas oficiales, más de 800 migrantes han llegado a Finlandia en noviembre.
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