En el lejano 1859 el naturalista Charles Darwin publicó su célebre ensayo sobre “El origen de las especies”, fundamentado en varios principios hoy prácticamente superados o comprendidos de manera distinta: la adaptación, supervivencia de los aptos y la evolución de los seres vivos.
Pero nunca imaginó el célebre científico británico la aparición de nuevas especies a partir de la operación burocrática de un gobierno transformador y regenerador. La teoría de la evolución de antaño ahora da paso a la teoría de la regeneración. Cuento por qué…
Por eso se ha propuesto una nueva Ley para la Administración Pública (impugnada ante la Corte, por cierto), pero cuya vigencia no es necesaria para la proliferación de dos nuevas especies: el “TUAP” y el “TOIC”.
Estos mamíferos presupuestívoros evolucionaron del centralismo gobernante y la concentración de las responsabilidades de control, ejercicio y distribución del dinero público. Sustituyeron a los arcaicos Oficiales Mayores de la vieja burocracia y provienen de la familia de los acaparadores.
El TUAF es el Titular de la Unidad de Administración y Finanzas mientras el TOIC es el Titular del Órgano Interno de Control y se alimentan para sobrevivir en varios campos, los especializados y los específicos y campean en zonas de control interno, auditoría fiscal, compras, quejas, denuncias y responsabilidades.
Todos ellos se nutrieron en los prados de la Secretaría de Hacienda y las aguas de la Secretaría de la Función Pública, la cual quedó agotaba y limitada, pues a pesar de haber expedido un nuevo reglamento de operación, este carece de base jurídica porque la ley de la cual deriva ni siquiera ha sido publicada.
Como se ve estas dos especies compiten entre sí al establecer una división innecesaria entre dos tipos de órganos internos de control. Por un lado, el invento de los “OCs” específicos, para atender lo habitual: Auditoría, Quejas, Denuncias e Investigaciones y Responsabilidades Administrativas derivadas de todo esto, sin agregar la cuestión de la vigilancia de las compras consolidadas, por supuesto, incluyendo en este rubro de “específicos” a las secretarías de Defensa y Marina; el IMSS, el ISSSTE y otros más.
Por otra parte –casi por generación espontánea–, aparecen los Órganos de Control Especializados destinados a todas las demás dependencias y algunas entidades adscritas a sus sectores. Este ordenamiento en ciernes fragmenta el control en cinco segmentos. Si bien un área de Control debería –teóricamente–, una tarea constante de mejora en la administración, esta dispersión ocasiona todo lo contrario.
Pero no importa, el alimento de todos estos galimatías y nuevas especies es imbatible: se trata de evitar la corrupción y centralizar todo en las impolutas manos de la secretaría de Hacienda.
Quien hizo posible este capricho presidencial fue Raquel Buenrostro, cuyo talento para crear nuevas especies en el laboratorio de la genética inútil (pero altamente rentable en lo político), fue premiado con la secretaría de Economía.
El resultado ha sido todo lo contrario. A más órganos, menos funcionalidad y a menor eficacia, más capacidad de maniobra y ocultamiento, porque la representación de la SEFUPU en cada dependencia o institución donde se decida instalar el criadero de TUAPS y TOICS, queda en el aire frente a los titulares del gabinete, pues fueron nombrados por el supervisado mismo.
¿Cuál de las cinco áreas tendría la autoridad real para actuar de forma integral contra la corrupción o simplemente la mala administración?
Al parecer este reglamento quiere convertir el instrumento de vigilancia, supervisión, control y sanción en una simple albañilería interna con lo cual se deja de lado a los actuarios y profesionales en esta materia.
Como se ve estas nuevas especies pueden ser consideradas dentro del amplio catálogo de la fauna nociva al servicio de la ineficiente centralización administrativa, fuente de burocracia, ineficiencia y a fin de cuentas, corrupción.
PREGUNTA
¿La actual mengambrea del gobierno en cuanto a Israel y Hamas beneficiará o perjudicará a México, ayudará a traer a Zerón y a Roemer o no?
Rafael Cardona