Ante una marea de 1.5 millones de peregrinos, el papa Francisco preside la misa final de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa, en el último día de su visita a Portugal para esta edición de la mayor reunión internacional de católicos.
Al final de la misa anunció que la próxima se celebrará en Seúl en 2027 y afirmó que así «que desde la frontera occidental de Europa se trasladara al lejano oriente y estos es símbolo de la universalidad de la Iglesia».
La cantidad de personas presentes en la inmensa explanada junto al Tajo fue comunicada por el Vaticano, citando una estimación de las autoridades portuguesas.
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Tras dormir al raso en una cálida noche de verano, los jóvenes peregrinos se despertaron al ritmo de la música que pinchaba un cura-DJ portugués, desde un gigante escenario que recuerda al de un macro festival, mientras amanecía una jornada que podría llegar a alcanzar los 40 grados.
La misa de clausura, difundida por varias pantallas gigantes para que todos alcancen a verla, arrancó después ante 10 mil sacerdotes, 700 obispos y 30 cardenales, en el colosal altar que domina este recinto instalado en un antiguo vertedero en las afueras de Lisboa.
Los organizadores habían proyectado inicialmente que la vigilia y la misa del domingo podrían reunir un millón de personas, como punto álgido de la semana de encuentros culturales y espirituales que integraron esta edición de la JMJ, aplazada un año a causa de la pandemia.
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En el último día de su visita a Portugal, el papa se dio un nuevo baño de multitudes en «papamóvil» a su llegada al parque situado a las puertas de Lisboa. Después de la misa, tiene previsto un encuentro con los 24 mil voluntarios que participaron en la organización del evento, antes de tomar el avión de regreso alrededor de las 19:00 CET (Hora del centro de Europa).