Carlos Urdiales
Sobre la marcha
Entre quienes buscan desafiar a la 4T por la presidencia, Beatriz Paredes es la de más recorrido y práctica en el poder. Gobernó su estado, en el ejecutivo federal integró gabinete y fue embajadora. Orgullosa con sus huipiles, desde el legislativo no se pelea con la Constitución, es su guía y límite.
Sin embargo, a la senadora con licencia no le ha ido bien en otras elecciones, falló dos veces en la Ciudad de México. Pero ha sido la tricolor más competitiva.
Hoy el priismo orgánico la vuelve a proyectar. Del frente amplio opositor es quien más firmas de los suyos tuvo. Xóchitl Gálvez, la otra senadora con licencia en lisa por la candidatura presidencial, fue la más aplaudida entre quienes no militan ni gustan de partido alguno.
Particularmente, la hidalguense, que también viste huipil como bandera social, concita poco entusiasmo entre los de sangre azul, de su medio millón de rúbricas solo el 20 por ciento fueron de panistas. Y eso pesa.
Ni la retirada de Santiago Creel le garantiza la transferencia del respaldo estructural.
Está definido, dos mujeres y un huipil habrán de definir quien va a enfrentar a Claudia Sheinbaum el 2 de junio de 2024. Alguna de las dos será candidata presidencial y la otra podría sacar a Morena del Antiguo Palacio del Ayuntamiento tras 27 años de gobiernos de izquierda lopezobradorista.
A Beatriz Paredes puede pesarle el logotipo priista, pero su capacidad operativa la impulsa. A nivel nacional una postulación de la exembajadora ante Brasil pudiera carecer del contraste necesario para competir contra quien promete ser continuidad de la 4T.
¿En el presupuesto de quién realmente está derrotar al partido en el poder? Una campaña presidencial exitosa podría ser aquella que instale
agenda, que arrastre votaciones diferenciadas para el senado y sobre todo para la Cámara de Diputados federal. Ganar perdiendo, también es política.
A Xóchitl Gálvez las encuestas la hacen casi segura jefa de gobierno en la capital nacional donde se concentran las fobias hacia la figura presidencial. El desapego de los azules de cepa le hace menos daño aquí y la exdelegada en Miguel Hidalgo podría sentar su base para el 2030. Negociar con el grupo de Jorge Romero, también demanda política.
Porque en la cuadra oficial la tensión encendió el semáforo naranja. Marcelo Ebrard denuncia y exige, presiona y logra que afiliados a su causa, como Ricardo Monreal, declinen posiciones con tal de preservar la unidad morena que cruje.
¿Tiene punto de retorno el lance del excanciller?
Perder por poco y no por mucho podría no ser suficiente. Imponerse a la voluntad superior tampoco se antoja viable. La respuesta de las otras corcholatas, a quienes no ve ni escucha, perfilan un futuro tras corcholatas, a quienes no ve ni escucha, perfilan un futuro más periférico que nuclear para el bombero del sexenio que puede terminar tropezando con la misma línea que tendió desde hace doce años.