Semanas antes de su asesinato, el aspirante presidencial de Ecuador, Fernando Villavicencio, recibió un mensaje de una sola vía: ‘Vamos a atentar contra ti y tu equipo de campaña’, escuchó rabioso del otro lado del teléfono. La voz, conocida por otras amenazas, repetía la manera en que le harían daño al político y su círculo cercano.
Villavicencio señaló públicamente que no tenía miedo: ‘20 años me he jugado en este país en contra de estas estructuras delictivas y les reitero: no les tengo miedo’. Meses previos a su homicidio, Villavicencio tomó una serie de medidas que no gustaron a sus enemigos. Entre ellas, la promesa de someter al narcotráfico.
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Una figura central en la lista de objetivos era el grupo criminal Los Choneros, que surgió a finales de los 90 y se estableció en la ciudad de Manta, en Ecuador. Actualmente las autoridades de aquel país vincularon a esta célula con narcos colombianos y mexicanos. Los Choneros se dedican al microtráfico, sicariato, extorsión y contrabando, según señalan documentos.
Recientemente Los Choneros llegaron a ‘calentar’ la zona de Guayaquil, bastión histórico del grupo criminal Los Lagartos, y a quienes habrían declarado la guerra por el control del lugar. Al respecto, el ministro del Interior, Juan Zapata, aseguró que el ataque fue perpetrado por sicarios que, además, hirieron a otras personas.
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Las autoridades no han brindado informaciones oficiales o más detalles del suceso que ocurrió al terminar la tarde en las afueras de un coliseo donde Villavicencio había congregado a simpatizantes en el marco de la campaña electoral de cara a los comicios del próximo 20 de agosto.
Villavicencio, identificado como un acérrimo detractor del expresidente Rafael Correa, se movilizaba con protección policial ante amenazas que había recibido semanas atrás.