Cuando Gabriela Ortiz era estudiante en México, ansiaba escuchar una obra suya interpretada por una orquesta, el sueño de todo joven compositor. Ni corta ni perezosa, se presentó sin cita en la sede de la Filarmónica de la Ciudad de México para hablar con su director, el maestro Luis Herrera de la Fuente, y proponerle que programara su música.
Dos horas lo esperó hasta que finalmente logró hablar con él: «Escribí esta pieza y tengo una necesidad imperiosa de escucharla, porque la única manera de que un compositor avance y aprenda es escuchando su obra», le espetó. El maestro hizo realidad ese deseo: meses después, Gabriela Ortiz por fin fue testigo de cómo sus trazos sobre el pentagrama se convertían en sonidos.
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En aquel momento, no podía imaginar que, décadas más tarde, los días 11,12 y 13 de mayo de 2023, una de sus obras, Téenek-Invenciones de Territorio, iba a sonar, dirigida por el director venezolano Gustavo Dudamel, en el auditorio de la mítica Filarmónica de Berlín. «Pensaba que algo así era inalcanzable», dice Ortiz a DW. Las obras de músicos latinoamericanos se programan poco en los conciertos de las orquestas alemanas, y la Filarmónica de Berlín no es una excepción.
«Como compositora mexicana, este ha sido un largo camino», reconoce Gabriela Ortiz. «Mi música se ha tocado mucho más en Estados Unidos. En Europa ha sido más difícil. Países como Alemania o Francia han decidido, de alguna manera, cuál es el futuro de la música contemporánea. Y han cometido el error de olvidarse de otras latitudes y otras geografías», prosigue.
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Gabriela Ortiz se desmarcó de las directrices europeas y apostó por tejer una voz propia en la que caben géneros como la ópera, el ballet y la música puramente orquestal inspirada por diversos temas: «Una vez, un compositor me dijo que mi música nunca se iba a poder tocar en Europa porque mi estética no les interesaba. Y, de pronto, me doy cuenta de que ahora se está tocando muchísimo más, que me programan en los Proms, que me acaba de programar la Filarmónica de Berlín, y creo que es una señal de que esto está cambiando».
Una constante en la obra de Gabriela Ortiz es México. Medioambiente, migración, drogas, feminicidios y pueblos originarios tienen cabida en una música que se sirve de elementos del folclore mexicano y latinoamericano para integrarse con marcada exuberancia en la orquesta sinfónica. «El arte también es un espacio de reflexión y de denuncia», dice Ortiz. «Es un espacio para hablar de cosas que, a veces, son incómodas».