El 24 de mayo, la policía y la fiscalía lanzaron por primera vez una redada nacional contra el grupo ecologista Última Generación en Alemania. «Formación o apoyo a una organización criminal» es el cargo contra los activistas climáticos en Munich. El resultado fueron registros domiciliarios y el cierre del sitio web.
Cuatro días antes, los activistas por la protección del clima en Italia habían elegido un objetivo para su protesta que les brindaría la máxima atención.
El alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, condenó la protesta en los términos más enérgicos posibles: había que reponer 300 mil 000 litros de agua y se utilizaría mucha energía para ello.
Los activistas acabaron en la comisaría y se enfrentan a castigos draconianos. La imputación es de entre 10 mil y 60 mil euros por concepto de daños y perjuicios y sanciones penales por vandalismo de bienes culturales.
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«Los políticos han condenado enérgicamente este tipo de protestas desde el principio y el gobierno de Giorgia Meloni hasta ahora no ha mostrado ningún tipo de comprensión», dice a DW la directora científica del Centro para la Política Europea en Roma, Andrea De Petris.
«Sin embargo, ahora será interesante ver si la percepción de la sociedad cambiará ante la catástrofe ambiental actual”, observa.
Hubo 14 muertos tras las devastadoras lluvias e inundaciones en la provincia de Emilia Romaña. El cambio climático también se está haciendo cada vez más notorio en Italia. Hasta ahora, según De Petris, gran parte de la población italiana ha tenido una actitud negativa hacia las protestas de Última Generación, al igual que en Alemania. Solo unos pocos creen que los políticos no están haciendo lo suficiente por la protección climática, apunta.
Entre los «objetivos» estaba el Palazzo Vecchio de Florencia, que fue pintado con aerosol de color naranja. También la fuente de la plaza de España, en Roma. A una pintura de Vincent van Gogh, también en la capital, le derramaron sopa de guisantes. Y ahora la Fontana de Trevi.
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En la lucha contra los ataques de los activistas de la protección del clima, Italia es rigurosa. En Padua, en el norte, Última Generación está siendo investigado por formar una organización criminal. La unidad de la policía estatal especializada en la lucha contra el terrorismo y el extremismo también trabaja en el caso.
Si se desea comprender cómo funcionan los movimientos de protección del clima en Europa, se debe hablar con Louisa Parks, una socióloga de la Universidad de Trento, en el norte de Italia, que se ha preocupado por años por la cuestión de cómo el activismo y las campañas dirigidas pueden influir en la política internacional.
Su evaluación: «Los países tienen diferentes tradiciones en cuanto al tipo de acciones de protesta y estas están sujetas a cambios constantes dependiendo de las posibilidades políticas».
En Alemania, representantes de Última Generación intercambiaron puntos de vista recientemente con el ministro de Transporte, Volker Wissing, un encuentro que sería impensable en Italia.
Sin embargo, los políticos de toda Europa se enfrentan a la cuestión de cómo tratar con organizaciones como esta. Algo representativo del difícil manejo son las diversas opiniones sobre el tema en Alemania.
Mientras que los democristianos están a favor de que la Oficina para la Protección de la Constitución supervise al grupo de protesta climática, los politólogos critican la redada como desproporcionada, ya que esto podría llevar a los activistas aún más al radicalismo.
La ONU exige que se proteja la voz moral de los jóvenes. Parks explica: «La decisión de tomar medidas duras es una decisión consciente sobre cómo tratar con activistas que hacen ciertas demandas. Los gobiernos no están coaccionados o ‘indefensos’. Si observamos otras formas de activismo disruptivo en los últimos años, por ejemplo, contra vacunas o el uso de mascarillas, está claro que se está tomando una decisión sobre cómo responder».