Hace algunos años Carlos Arriola, quien durante muchos años fue secretario de El Colegio de México, publicó un libro espléndido en cuyo sólo título se resumen la naturaleza y el peor defecto del Partido Acción Nacional: “El miedo a gobernar”.
El mérito principal de esa obra a la cual ahora aludo, en pleno naufragio de Acción Nacional, agravado por la debilidad política a la cual lo empujó Felipe Calderón, es haber sido escrita y publicada durante los años de la administración presidencial de los azules.
“Cuando Fox y el PAN sacaron al PRI de Los Pinos, se aprestaron a tomar los controles del poder y a ocupar el cuarto de mando, pero sólo encontraron el vacío. Los “mitos geniales” del tlatoani, del presidente todopoderoso que habían establecido la “dictadura perfecta”, se desvanecieron, ya que fueron fruto más de la imaginación literaria que del conocimiento político.
“Los hechos pusieron de manifiesto que el poder no se transmitía con la banda presidencial, que el poder se conquista y se lucha todos los días para conservarlo. Sólo así es posible gobernar, dirimir los conflictos sociales, contener los intereses particulares y llevar a cabo un programa de gobierno”.
Y yo agregaría, para llevar a cabo un programa de gobierno se debe tener primero una ideología, una estructura, una vocación y –dijo Pero Grullo–, un programa de gobierno. Y hoy, Acción Nacional, carece de todos esos elementos.
Sólo por poner un ejemplo hacia arriba y otro hacia abajo, es imposible hablar en serio de ideología cuando la alharaca de la señora Lily Téllez sustituye a los doctos dictados de Manuel Gómez Morín, quien a su talento añadía a veces su talante derechista real, como luego se podrá exhibir.
Pero con sus devaneos al extremo derecho–como Vasconcelos–, Gómez Morín tenía ideas.
La pobre señora Téllez no tiene nada más allá de la estridencia arrepentida de haber llegado al Senado sin méritos ni trayectoria nada más por el capricho cumplido de Andrés Manuel López Obrador a quien hoy vomita y por haber alcanzado notoriedad mediática, no por su talento periodístico (no lo tuvo nunca), sino por el montaje de un atentado cuando peleaba, con la misma energía de hoy (y algunos años menos), contra el entonces procurador de justicia del DF, Samuel del Villar, por órdenes de su entonces jefe, Ricardo Salinas.
Ese sería (por su penuria intelectual) el ejemplo hacia abajo.
El ejemplo hacia arriba (por su elocuencia y cultura), Germán Martínez, colocado en la misma cámara de Téllez por la misma razón: una designación de Morena. Ambos se arrepintieron de haber iniciado el sexenio bajo la sombrilla del líder hoy lo critican. Germán con argumentos, la señora con lamentos y agresividad, pero el resultado es el mismo, aunque Germán ya no quepa formalmente en el PAN (cuyo comité nacional presidió) y forme parte del grupo autodenominado Plural.
El talento (GM) se les va; la gritería (LT) se les queda.
Pero una dentro y otro fuera, exhiben –directa e indirectamente–, la pobreza estructural del partido, cuyo presidente nacional (jefe nacional, le llamaban en los tiempos heroicos de la brega eterna) ha logrado carenar el barquichuelo:
Pedir requisitos imposibles para aspirar a la representación o candidatura presidencial y anotarse en la lista de los derrotados; porque es evidente, nadie le podría ganar las próximas elecciones al heredero designado por López Obrador.
Y con los recursos del autosabotaje, menos. Mucho menos, si lo imposible tuviera grados.
Los requisitos de inscribirse con un millón de firmas son un chiste. Y malo. Necesitarían treinta personas con arraigo multitudinario para llegara los votos conseguidos por Morena en el 2018. Y no tienen ni uno. Además, ¿cómo podría un aspirante a una candidatura del PAN, lograr –él sólo– casi quintuplicar el padrón panista, cuyo listado apenas anda por los 200 mil inscritos?
Esa impolítica actitud de Marko Kortéz (sic), se sostenga o se abandone, es absolutamente lejana de su inflamada y bobalicona retórica de estos días. Cito su página de Internet:
“La historia nos recordará como los que dimos la batalla, como los que cuidamos a México y, si hacemos lo correcto, nos marcará la historia como los que rescatamos a nuestro querido país”, confió.
En sesión de Consejo Nacional, el líder del blanquiazul pidió al panismo nacional a hacer todos los esfuerzos y apoyar a candidatos, a gobernadores, a alcaldes del partido para que México pueda realmente lograr un cambio.
“Consejeras y consejeros: los invito desde lo más profundo de su corazón y de mi corazón, a que nos la creamos (¿?).
“¿Es posible cambiar México? Sí, lo vamos a lograr, depende de nosotros, que hagamos lo necesario. ¡Atrevámonos, cambiemos México! y demostremos que sí hay de otra, y que esa otra es con Acción Nacional”, expresó.
“En cuanto a los procesos electorales en puerta, el presidente del PAN garantizó que van bien”.
“…En el Estado de México, indicó que ya se cerró la elección y que será muy competida, recordando que “proyecto que alcanza, proyecto que gana”.
No tienen remedio.
Y en la ciudad de México, quienes llegaron a las alcaldías en el 2021 como una esperanza, terminan como un fracaso, estilo Benito Juárez, Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo y –sobre todo—Cuauhtémoc.
MURAKAMI
Murakami es un escritor prolífico y sofocante. Denso y triste.
Muchos le aytribuyten el volumen de su obra a una literarura industrializada. Hay quien imaginan un taller robótico de Inteligencia Artificial escribiendo textos y reecribiendo versiones, para posteriormente entregarlas a los redactores de una enorme sala donde se producen los libros, todos iguales en su estructura angiutsiosa y oscura, ya sea para relatar desde muchos testimonios el atentado con sarín en el Metro o la interminable soledad de una deprimente condición humana, gris, pastosa y a fin de cuentas suicida.
Hay un cuento de Murakami en el cual una muchacha maneja un auto. Es un ejemplo de sofocamiento literario:
“…De regreso solía escuchar cuartetos de cuerda de Beethoven. Le gustaban, básicamente, porque de esa música nunca se hartaba y además resultaba propicia para reflexionar o bien para no pensar en nada mientras la escuchaba.
“Cuando le apetecía algo más ligero, ponía viejo rock estadounidense. Los Beach Boys, The Rascals, los Creedence, The Temptations.
“Música que había estado de moda cuando él era joven. Misaki nunca manifestaba su opinión sobre la música que Kafuku escogía. Él era incapaz de juzgar si a ella le gustaba, le resultaba insufrible o si ni siquiera le prestaba atención.
“Era una muchacha que no exteriorizaba sus emociones. Normalmente, si había alguien al lado se ponía nervioso y era incapaz de repasar el guión en voz alta (era un actor estudioso mientras otro (a) manejaba) , pero la presencia de Misaki no lo perturbaba. En ese sentido, Kafuku agradecía la inexpresividad y sobriedad de la chica…”
Rafael Cardona