Hace unos meses parecía que vivíamos en el mejor de los dos mundos, la economía mundial se mantenía fuerte y la inflación iba a la baja. Parecía que las alzas de tasas de interés de los bancos centrales estaban haciendo su trabajo al disminuir las presiones inflacionarias sin que “nada se rompiera”. La discusión sobre el ciclo de la economía mundial en torno a una recesión futura pasó de pronosticar entre una ‘recesión profunda’ y una ‘recesión ligera’ a asignar probabilidades entre una ‘recesión ligera’ y un ‘aterrizaje suave’. A su vez, se pensaba que después de haber instrumentado los cierres masivos el año pasado, la reapertura de China apoyaría al crecimiento, con aparentemente poco impacto en la inflación. Así, la discusión sobre el futuro próximo de la dinámica económica mundial cambió hacia un panorama todavía más promisorio a un intervalo entre ‘aterrizaje suave’ y ‘no aterrizaje’. Si bien no existen definiciones formales para describir estas caracterizaciones, en general la palabra “recesión” implica contracción generalizada del PIB, por un cierto periodo de tiempo, al menos para la mayoría de los participantes de los mercados y los ‘aterrizajes’ son desaceleraciones de la actividad económica.
Esta era la percepción de los participantes de los mercados financieros, tanto en comentarios explícitos, como en lo que expresaban en sus posiciones de riesgo. Los economistas teníamos una visión un poco menos optimista. La mayoría asumíamos que eventualmente la política monetaria restrictiva iba a desacelerar la economía y que este era casi el único camino para paliar las presiones inflacionarias. Parte de estas presiones sin duda vienen de factores de oferta, como las disrupciones de las cadenas de suministro por la pandemia de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania. Muchas de éstas se han disipado de alguna u otra manera. Asimismo, otra parte de las presiones inflacionarias proviene de la demanda, tanto de los cambios en los patrones de consumo en la pandemia y la post-pandemia, como por el fuerte incremento de la demanda per se al terminar la pandemia, con el efecto del exceso de liquidez propiciada por la combinación de políticas fiscales y monetarias expansionistas en prácticamente todo el mundo. En este sentido, sabemos que para que las alzas de tasas de interés reduzcan la inflación, hay un camino que seguir y que no es instantáneo. A este camino se le llama “mecanismo de transmisión de política monetaria” y a la diferencia entre el momento de la instrumentación de la restricción monetaria y cuando la inflación cede, se le llama “rezago de política monetaria”.
Normalmente las alzas de tasas de interés inciden en la demanda y con rezagos impactan la inflación. Es decir, la mayoría de los economistas pensamos que iba a haber un impacto en la demanda, pero es muy difícil saber qué se rompería y cuándo. No por nada a inicios de año escribí que “los dos grandes riesgos que enfrenta la economía global en 2023 son: (1) Que la restricción monetaria que se anticipa hasta el momento no sea suficiente para paliar el fenómeno inflacionario y las autoridades monetarias tengan que continuar restringiendo aún más la política monetaria; y (2) que se desate un problema relevante en el sistema financiero” (“Los claroscuros de 2023”, 10 de enero).
Entonces vino la quiebra de Silicon Valley Bank (“Silicon Valley Bank”, 16 de marzo) hace un mes, acompañada del colapso de Signature Bank, en Nueva York. Momentos después, la fuerte disminución de posiciones de los fondos de inversión globales en bancos, particularmente la venta masiva de acciones de los bancos en donde existía la percepción de que se encontraban en cierto estado de vulnerabilidad, provocó la intervención de Credit Suisse por parte del Banco Nacional de Suiza, el banco central de la Confederación Helvética. Así se pactó que el otro grande suizo, UBS -en donde tuve la oportunidad de trabajar hace 15
años-, adquiriera Credit Suisse por cerca de 3.2 miles de millones de dólares. ¿En dónde nos encontramos ahora?
Las acciones decisivas y oportunas de las autoridades en los Estados Unidos (Banco de la Reserva Federal o Fed y del Instituto para el Seguro de Protección a los Depósitos Bancarios o FDIC), así como de Suiza, pararon las “corridas bancarias”. Eso es clave. Ahora, ¿Será éste el último ‘susto’ de este ciclo monetario restrictivo? Es difícil saberlo, sin embargo, lo que nos debe de quedar claro es que “cuando el Fed sube tasas, algo se rompe” y que hay que estar atentos porque al menos, la restricción monetaria va a causar una desaceleración relevante a nivel global. En el caso de los Estados Unidos, por ejemplo, el colapso de los dos bancos regionales puede hacer que los demás bancos regionales restrinjan las condiciones crediticias para sus clientes, que en su mayoría son Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs), que son las principales generadoras de empleo. Asimismo, después de los datos tan fuertes en los Estados Unidos -sobre todo a inicios del año-, hemos comenzado a ver algunos que empiezan a mostrar cierta desaceleración. Éste y muchos otros temas de esta índole serán tratados esta semana en la reunión anual de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en Washington, DC. La semana que entra comentaré mis impresiones al respecto en este mismo espacio.
Twitter: @G_Casillas
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.