Repuesta ya de su fin de semana, la bien portada y siempre cumplida columna se disponía a revisar el documento de la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República en torno de la suspensión del “Plan “B”, cuando un espontáneo correo trajo unos emocionados ripios con los cuales un patriótico lector quiere ofrecer a la suprema autoridad un himno al Tren Maya.
A pesar de la espontaneidad del aedo, seguramente un declamador sin maestro, los versos parecen nada junto a la emocionada lírica de la señora administradora del gobierno republicano en su delegación de Campeche, doña Layda Sansores quien vence en cualquier torneo de inspiración poética a doña Rosario Sansores (Yucateca ella), aquella elegante mujer cuya emoción nos legó para la eternidad aquello de la penumbra vaga de la pequeña alcoba, donde una tibia tarde, etc. , etc., y me detengo en esa cita porque no es este el cancionero Picot, ni tampoco intento de rivalizar con Vicente T. Mendoza.
Pero el caso es sencillo, en cuanto a la respuesta presidencial sobre el trabajo de la mafiosa Suprema Corte de Justicia, como le dijo el Ejecutivo a ese otro poder de la Unión Republicana, cuyo salvífico trabajo ha congelado la aplicación patriótica del más patriótico aún
“—Ante esta serie de arbitrariedades y una vez que se notifique formalmente dicha resolución, el Ejecutivo federal, a través de su Consejería Jurídica, impugnará la decisión del ministro Laynez Potisek que admitió a trámite y suspendió la aplicación del Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, de la Ley General de Partidos Políticos, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, y se expide la Ley General de los Medios de Impugnación en Materia Electoral.
“Resulta fundamental que los ministros que integran la SCJN actúen dentro de las atribuciones que les corresponden, sin traspasar los límites que le impone la Constitución y las leyes. De esta manera se garantiza el orden constitucional y democrático, además de proteger los derechos y libertades de todas las personas frente a la arbitrariedad de una autoridad judicial que actúa en contra de las leyes que rigen su actuación” Órale… diría el payaso.
Pero mientras los poderes dirimen sus diferencias y se plantea la controversia contra la controversia en todo lo controvertible, leamos parte del himno al Ferromaya cuyo autor ahora queda en el anonimato:
“Marcha veloz trenecito
Porque de esa selva
nada necesito,
nada necesito…
Mejor tus durmientes
bajo el solecito
mostrando los dientes
de tramo en tramito
Ahí va tan bonito,
Y poco se salva,
Tumbando arbolito
Matando changuito
Porque de esa selva
Nada necesito”
Pero el himno llega tarde. Ayer, la poetisa Sansores habló en fervoroso trance de la magna obra ferroviaria y su creador, inspirador y constructor:
“Andrés Manuel nos enseñó que aun en el fondo del cenote donde vive la verdadera oscuridad, puedes encontrar luz en la luz (…) Cuánto te reconocemos, sentir que eres un hombre de otra dimensión política… Te amamos Andrés Manuel.”
Pero –como decía un filósofo a la altura de Layda–, “aún hay más”:
“…Tú, caballo de fuego, escribirás un nuevo decálogo del pueblo de bienestar, de oportunidad y de fraternidad indestructible.
“Y se cumple la profecía.
“Un hombre que suele caminar junto a sandalias humildes, que entiende los diálogos de nuestra larguísima espera, un poeta innovador, un líder sin temores, llegó desafiante y legendario para darnos respuestas y más caminos de júbilo. (ora hasta poeta…)
“Hermano Andrés, has venido a levantarnos del polvo
“Que el trueno del tren retumbe en la península. Subámonos al tren…
“…Andrés Manuel, hijo del maíz y del rayo restaurador, hijo de los cuatro puntos cardinales, tú que llevas 32 soles en el alma, no olvides nunca cuánto te ama tu pueblo”.
Del Popol vu, al Dejá vú.
Rafael Cardona