El Cristalazo

El Zócalo recobrado

Publicado por
Héctor García

La enorme manta colgada en los balcones de las oficinas del Congreso de la CDMX (dominado por Morena), para sabotear con el rostro de Genaro García Luna la legitimidad contestataria de la concentración de ayer, fue el último golpe bajo contra una oposición cuya presencia multitudinaria rebasó los cálculos del desprecio y el coraje oficiales.

Por un día el inquilino del Palacio Nacional (ubicado su domicilio en tantos sentidos en el extremo opuesto del recinto juarista) no hubiera podido ni entrar ni salir de su casa, así lo hubieran protegido los militares o los miembros de su Estado Menor.

Durante toda una mañana, mientras él estaba a muchos kilómetros de distancia del Palacio Nacional –como suele hacerlo en estos casos–, elucubrando el recorrido de su tren Maya, una multitud pacífica y floral, se reunió para expresar su pensamiento y plantear frente a la Suprema Corte de Justicia, la verticalidad de un fallo determinante sobre si la Constitución ha sido violada con los manoseos leguleyos contra la estructura del Instituto Nacional Electoral, órgano autónomo de necesario exterminio, como planteó el presidente del partido en el poder, Mario Delgado o destazamiento final, como recomendó con inspiración de tablajero,  el señor secretario de Gobernación , Adán Augusto López.

Como ocurrió en noviembre, esta no fue sólo una manifestación en contra del presidente. Eso fue una consecuencia. Fue en favor de la institución.

Ayer los ciudadanos recuperaron el Zócalo de la Ciudad de México y expresaron su pensamiento en decenas de otras plazas de la República. Fue un amplio rechazo al pensamiento y la actitud autocrática como estrategia perniciosa para la destrucción de las instituciones democráticas.

Al apoyar al órgano constitucional, automáticamente se repudia a quien quiere destruirlo a toda costa, así sea deturpando a los críticos y opositores con falsedades como la defensa del ex secretario de Seguridad, Genaro García Luna, a quien el brazo de la justicia alcanzó en Estados Unidos, mientras durante tres años ni Morena ni su gobierno hicieron algo en su contra.

La perversión de mezclar la defensa ciudadana del juego democrático,  con la imaginaria defensa de un delincuente, jamás relacionado con procesos electorales, como podría ser el caso de Manuel Barlett, ha sido ruin y también ineficaz. Nadie se abstuvo de participar ayer porque se le fuera a confundir con un defensor de criminales.

Y la cantaleta –cada vez menos persuasiva–, de propiciar el retorno del régimen de privilegios, componendas, inmoralidad y corrupción con esta manifestación, ya no se lo traga cualquiera, sobre todo porque en la actualidad vivimos un gobierno de privilegios, componendas, inmoralidad y corrupción.

Pasamos del no somos iguales al somos peores.

La concentración, marcha y mitin ciudadano tuvo un componente notable: la llamada colectiva a la responsabilidad del Poder Judicial en cuyas manos queda revertir la flagrante violación constitucional y el establecimiento de mesas de registro para usar el recurso de amistad con la corte para lograr una resolución en apoyo y defensa de la Constitución y sus preceptos superiores.

La Corte ha sido genuinamente presionada por los ciudadanos en esta manifestación enorme, pero sus integrantes serán ilegítimamente acosados por el Poder Ejecutivo. Hoy sólo queda ver cual de las dos fuerzas domina al tribunal: si la voz populista de lesionar gravemente  a un órgano constitucional o la palabra ciudadana.

Por eso fue escogido como orador el ministro en retiro José Ramón Cossío, quien dijo:

“…El Presidente ha dicho que la corrupción de los Ministros quedará evidenciada si invalidan sus reformas, por el contrario, los Ministros sólo podrían ser considerados corruptos si desconocen lo dispuesto en los artículos constitucionales qué detallan y regulan los órganos y los procedimientos electorales…”

Por la noche circulaba en las redes la fotografía de la puerta de la SCJN, toda cubierta de flores.

Ojalá sean flores de esperanza; no adornos en un túmulo funerario.

Rafael Cardona

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Héctor García