Previsor y preocupado en su papel de custodio de la salud nacional, el supremo gobierno ha decidido de una vez y para siempre, poner en claro si el glifosato se permite, se prohíbe, se importa o se le cierran las puertas, o todo lo contrario en la conocida política de hacer una cosa y al mismo tiempo realizar la acción contraria.
En el decreto publicado anteayer en el “Diario Oficial”, en el cual se extienden larguísimas explicaciones sobre lo dañino, nocivo y pernicioso del glifosato y se deja en claro la progresividad del veto.
En ese sentido podríamos decir, la IV-T se inspira en Paracelso, quien hace más de 500 años nos dijo, “…todas las cosas son veneno y nada es sin veneno; sólo la dosis hace que una cosa no sea un veneno. “
Dice Don Papasal:
“…en los últimos años, distintas investigaciones científicas han alertado que (…) tiene efectos nocivos en la salud de los seres humanos, el medioambiente y la diversidad biológica, y ha sido identificado como probable carcinogénico en humanos por la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer; (…) la Administración Pública Federal, en el ámbito de sus competencias, (toma medidas) para sustituir gradualmente el uso, adquisición, distribución, promoción e importación de la sustancia química denominada glifosato y de los agroquímicos utilizados en nuestro país que lo contienen como ingrediente activo, por alternativas sostenibles y culturalmente adecuadas, que permitan mantener la producción y resulten seguras para la salud humana, la diversidad biocultural del país y el ambiente.»
Cualquier importación tiene una base lógica: se adquiere lo necesario y escaso. O de plano, lo imposible de hacer localmente. Por eso importamos, por ejemplo, vacunas y medicinas, porque no podemos producir las cosas. Somos insuficientes. Los países pobres importan. Los ricos, exportan.
Considera Don Papa, “que para el caso del glifosato y de los agroquímicos que lo contienen como ingrediente activo, (se prevén) acciones para llevar a cabo la sustitución gradual del uso del mismo con alternativas que permitan mantener la producción y resulten seguras para la salud humana, la diversidad biocultural del país y el ambiente, estableciendo como fecha para lograr tal sustitución el 31 de enero de 2024; sin perjuicio de que en ese periodo se autorice la importación de glifosato…
“Como se ve el glifosato es tan nocivo como para no serlo durante los tiempos de su dosificación por parte del Conacyt cuya eficacia (lo hemos visto con los respiradores y la vacuna “Patria”), depende en las autorizaciones por conceder, pues el decreto deja claro el gradualismo soberano:
“…Que, conforme a lo indicado en el párrafo anterior y la información provista por las autoridades competentes, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ha indicado la recomendación anual para la importación de glifosato, mismas que iniciaron en 2021 con 16,526.18 toneladas de glifosato formulado y 1,257.23 toneladas de glifosato técnico, respecto de las cuales, en atención a las 33 solicitudes recibidas, fueron autorizadas por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, 7,497.99 toneladas de glifosato formulado y 500.56 toneladas de glifosato técnico;
“Que, en 2022, el referido Consejo emitió la recomendación anual de importaciones 8,263.09 toneladas de glifosato formulado y 628.62 toneladas de glifosato técnico, equivalente a una reducción del cincuenta por ciento respecto a la recomendación emitida en 2021…” Pero las cosas no acaban ahí. El Conacyt ha inventado sustitutos:
“…el (Conacyt) ha presentado y hecho públicas distintas alternativas viables, de probada efectividad y con potencial para prescindir del glifosato y los herbicidas hechos a base de esa sustancia, consistentes en bioherbicidas y prácticas agroecológicas, aplicables a cualquier escala de producción y para diversos cultivos. En particular, con tecnologías novedosas y de manufactura mexicana, están en desarrollo, a cargo de universidades públicas y empresas, cinco nuevos herbicidas agroecológicos…
O sea, puro cuento.
Rafael Cardona