Tres grandes acontecimientos condicionaron la evolución de la agenda mundial en 2022: la pandemia, el cambio climático y la invasión a Ucrania. Los dos primeros son herencias de 2020 y 2021 respectivamente, si bien el cambio climático lleva ya décadas bajo discusión. El tercero fue la novedad. En conjunto han probado ser un formidable choque cuyas repercusiones habrán de sentirse por mucho tiempo.
Los problemas iniciales que la pandemia y el cambio climático propiciaron alrededor del mundo son conocidos. Pérdida de vidas por encima del promedio. Demora en la entrega de insumos y mercancías. Interrupciones en el suministro energético. Caída de ingresos y consumo. Inflación. Inseguridad. Incertidumbre. Ansiedad y depresión.
Los ajustes de familias, empresas y gobiernos frente a estos problemas son también conocidos. Muchos hogares optaron por, o debieron aceptar, el trabajo en casa, mayores compras de mercancías en línea, adquisición creciente de vacunas, materiales médicos y productos de limpieza. Las empresas invirtieron en equipos y ampliaron sus contrataciones para atender y beneficiarse de este cambio en los patrones de consumo. Los participantes en los mercados de valores aumentaron sus apuestas a las tecnologías digitales. Los gobiernos intentaron con resultados bastante mixtos mantener a flote la salud, los ingresos, el consumo, el suministro energético.
La guerra en Ucrania agregó leña al fuego del cambio que ya se venía gestando. Más muertes evitables. Nuevas interrupciones de suministro energético que derivaron en aumento en el costo de los energéticos y en general de todas las mercancías. Más consumo de combustibles fósiles acompañado de deseos fervientes por una transición energética definitiva. Mayor inseguridad.
Los gobiernos están transformando su manera de atender los desafíos de salud, comercio, energía y defensa -cuando menos- a partir de una reestructuración institucional y una reconceptualización de su papel. Si la crisis financiera de 2008 marcó el comienzo del rebalanceo de la relación mercado-estado, la triple crisis de 2022 ha significado el regreso del estado al centro de las estrategias nacionales. Una versión distinta de la economía mixta está en gestación e influye ya sobre las modalidades de cooperación internacional.
Se trata del principio de un ciclo de cambio en las políticas gubernamentales que tomará entre veinte y treinta años en desenvolverse. Si es como en otros episodios de la historia, en lo que resta de esta década se irán desarrollando y desplegando las nuevas respuestas a la realidad que emergió entre 2020 y 2022. Hacia 2030 serán evidentes las insuficiencias de estas respuestas y comenzarán los ajustes. En un lapso de 15 a 20 años será aparente si el nuevo marco de las políticas resolvió los problemas que se esperaba resolviera -salud, calentamiento global, crecimiento económico incluyente, defensa- o si es preciso reemplazarlo.
Este año ha vuelto a aplicar con creces el añejo y trillado cliché de que la única constante es el cambio. Menos mal: un mundo de complacencia con el fin de la historia y sin desafíos sería un lugar sin creatividad y con escasas oportunidades para el asombro. Mejor aceptar que el mundo es otro y mirar al futuro con entusiasmo, que además de traer desasosiegos vendrá cargado de talento, conocimiento y buenas sorpresas.
Felices fiestas.