Recientemente hemos visto revisiones al alza de los pronósticos de crecimiento económico de México para este año. En el caso de la encuesta mensual de analistas del sector privado que el Banco de México publicó la semana pasada, por ejemplo, la mediana de quienes participan se revisó de 2.1 a 2.8 por ciento (¡en solo un mes!). Esa fue una revisión considerable. De la misma manera, el Banco de México llevó a cabo una revisión significativa a su proyección de crecimiento del PIB para 2022 de 2.2 a 3.0 por ciento en la publicación de su Informe Trimestral, también la semana pasada. Para el 2023 las revisiones no han sido tan significativas. Si bien el Banco de México modificó su pronóstico de crecimiento para el año que entra de 1.6 a 1.8 por ciento, la encuesta de analistas del propio banco la dejó sin cambio en 1.0 por ciento ¿A qué se debe esto? ¿Qué cambió? ¿Estará México creciendo mucho más allá de lo que se anticipaba hasta hace algunas semanas? En lo que resta de la columna intentaré dar una respuesta al respecto.
La revisión de los pronósticos de crecimiento para este año se debió a aspectos técnicos de medición del Producto Interno Bruto (PIB) por parte del INEGI, más que a una ‘explosión’ de crecimiento. En este sentido, cabe recordar que el PIB siempre es una estimación. Se construye con base en datos administrativos, pero también con encuestas y casi siempre hay datos que faltan, ya sea por las respuestas no recibidas -cuya tasa normalmente es baja-, o porque faltan algunos datos al momento de la publicación, que se ‘llenan’ con herramientas estadísticas para poder publicarlo. Conforme se va teniendo mayor información, se van actualizando las series de tiempo hacia atrás. La incorporación de dicha información llega a cambiar tanto los niveles del propio PIB, como los cambios porcentuales que se publicaron con anterioridad. Esto ocurre en todo el mundo y existen lineamientos internacionales para hacerlo de una manera metodológicamente consistente y el INEGI los sigue al pie de la letra. Sin embargo, a veces estos cambios sí representan cambios significativos.
Ahora bien, la actualización de información no es la única fuente de cambios en la serie de tiempo del PIB. Otra fuente de cambios es el proceso de ‘ajuste estacional’. Para poder saber si el PIB creció de un trimestre a otro, no podemos usar las series de PIB ‘original’, debido a que estaríamos comparando ‘peras con manzanas’. Por ejemplo, no podemos comparar un primer trimestre -que incluye ‘la cuesta de enero’-, con el trimestre anterior, en donde se pagaron aguinaldos y se gastó en árboles de Navidad, vacaciones, fiestas y regalos. Si lo hiciéramos así, el cambio porcentual del cuarto trimestre de un año, al primer trimestre del año siguiente sería siempre negativo y entonces estaríamos pensando que la economía se desaceleró, cuando no necesariamente es lo que está ocurriendo. Necesitamos comparar ‘manzanas con manzanas’. Una forma de hacerlo para este caso es calculando el cambio porcentual del primer trimestre del año anterior, con respecto al primer trimestre de este año. Así comparamos trimestres en donde ocurre ‘lo mismo’ (e.g. ‘cuesta de enero’). Sin embargo, estas tasas año/año -como se les conoce-, no te brindan información sobre si la economía se está acelerando o desacelerando en el margen, es decir, de un trimestre a otro.
Para llevar a cabo esta comparación de manera adecuada, se le aplica un método de ajuste estacional a la serie de tiempo del PIB. En pocas palabras, se introducen una serie de artilugios estadísticos para que se pueda medir cuánto creció la economía del cuarto trimestre del año anterior, al primer trimestre del año siguiente, ‘restando’ los efectos de las fiestas decembrinas ‘promedio’ y ‘sumando’ los efectos de ‘la cuesta de enero’ ‘promedio’. Así, se tiene un cuarto trimestre ‘desinflado’ -sin efectos de Navidad-, y un primer trimestre ‘inflado’ -sin ‘la cuesta de enero’-, y se vuelven comparables. De esta manera, cada vez que se publica un dato de PIB en México, el INEGI reestima el modelo de ajuste estacional con toda la serie de PIB. Esto modifica la serie desestacionalizada publicada anteriormente. A veces los cambios son
pequeños. Sin embargo, cuando el país (o el mundo) experimenta cambios muy significativos, como en el caso de la pandemia, los cambios en la serie histórica pueden ser considerables también. Cabe señalar que el modelo de desestacionalización también toma en cuenta los efectos de Semana Santa, año bisiesto y observaciones atípicas, entre otros.
Así, tomando las nuevas series desestacionalizadas, elevé mi pronóstico de crecimiento del PIB para 2023 de 2.5 a 3.0 por ciento. En este sentido, 0.22 puntos porcentuales -de 0.50-, se debieron a que el INEGI incorporó la información más reciente de las Cuentas de Bienes y Servicios 2021 y 0.28 puntos porcentuales al nuevo modelo de ajuste estacional. Si bien incorporar la información más reciente y completa, así como recalibrar el modelo de ajuste estacional hace que los datos reflejen mejor la realidad, realmente no creo que la economía mexicana esté creciendo mucho este año. Ya sea 2.5 o 3.0 por ciento, México fue la última economía de las grandes en Latinoamérica en recuperarse a niveles pre-Covid. México logró hacerlo hasta el tercer trimestre de este año, por lo que todavía se ha beneficiado del impulso de sectores que estuvieron muy afectados en los momentos más álgidos de la pandemia. Es decir, ‘efecto rebote’. No podemos hablar de crecimiento, si apenas nos recuperamos de la caída. Hubo otros efectos importantes en la serie de PIB, como la instrumentación de las modificaciones a la ley laboral en materia de subcontratación, pero esos los traté en “¿La economía mexicana está en un ‘boom’?”, 1 de noviembre. Hacia delante probablemente nos espere una recesión global, pero aun así México se beneficiará del ‘nearshoring’ (“‘Nearshoring’ en México, una realidad”, 29 de noviembre).
Twitter: @G_Casillas