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No dejes que te visiten los fantasmas de Cuento de Navidad

Publicado por
Héctor García

Cuento de Navidad o A Christmas Carol cumple ya 175 años, pero sigue siendo una de las lecturas  más representativas de la Navidad. Charles Dickens logró convertir su novela corta en una referencia para millones de personas que creyeron encontrar en esta fábula moral y de redención los valores del espíritu navideño. Pero, casi dos siglos más tarde, los “fantasmas” nos siguen persiguiendo. ¿Podemos hacer algo para burlarlos antes de convertirnos en un Scrooge?

Los fantasmas de la Navidad

Ebenezer Scrooge es un empresario egoísta, mezquino y cascarrabias que vive los últimos años de su vida contando cada céntimo de sus ahorros y mirando con desdén a su alrededor. Dickens describe a su protagonista como un workaholic—un “trabajólico”—, una persona enganchada al trabajo y que concibe la vida como un ejercicio constante de productividad.

Duro y agudo como un pedernal que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; […] secreto, reprimido y solitario como una ostra.

Aunque el relato de Dickens tiende a la exageración y a la hipérbole —que señalarían algunos de sus críticos— lo que pretende el autor es dibujar una fábula no exenta de sentido del humor… ni de maniqueísmo. Porque Scrooge es un malo, malísimo que ha de arrepentirse y reencontrar el camino recto antes de que sea demasiado tarde. Y para ello recibe la visita del fantasma del fallecido Marley, su antiguo socio.

La advertencia

“Estoy aquí esta noche para advertirte que aún tienes la oportunidad y la esperanza de escapar de mi destino”. Las advertencias que recibimos en la vida real no suelen ser tan diáfanas como la que presenta Dickens en su relato, pero, de nuevo, es una manera de facilitar la comprensión de la historia.

Marley advierte a Scrooge que si sigue por ese camino lo pagará en la “otra vida”, condenado a vagar eternamente como una larga y pesada cadena “hecha con arquillas para dinero, llaves, candados, libros de contabilidad, escrituras de compraventas y pesadas talegas de acero”.

Pero no hace falta esperar al “infierno del más allá” para pagar las consecuencias de una vida cruel y egoísta. Scrooge vive solo y aislado en su torre de marfil mirando por encima del hombro al resto. Pero Marley le dice que aún queda tiempo para comprender la raíz de su comportamiento mezquino. Y para ayudarle a entender, recibirá la visita de tres fantasmas.

El fantasma del pasado

Scrooge no siempre fue un tipo avaro y gruñón. Y eso es lo que le muestra el fantasma del pasado. El protagonista se encuentra con su yo niño. En uno de los episodios más efectivos del relato, Scrooge se emociona ante el recuerdo de su dura infancia: porque Scrooge fue un niño abandonado, rechazado por su padre y que solo encontró cariño en su hermana.

Como en otros episodios de la obra, Dickens se apoya en su conocimiento del carácter humano para dibujar la infancia como el origen de diversos comportamientos negativos: ahora sabemos que diversos trastornos mentales pueden, efectivamente, tener sus raíces en traumas vividos en la infancia.

La ira, el dolor y el abandono se quedaron marcados a fuego en el alma de Scrooge que prefirió olvidar y dar la espalda a la empatía, la bondad y la generosidad. En un momento de su juventud, Scrooge escogió el “mal camino” como reacción a su propio dolor: se construyó una coraza de pragmatismo e indolencia. No solo su propio dolor le sería ajeno, sino también el de los demás.

La moraleja está clara: nunca debemos perder la conexión con nuestra infancia, con la pureza de la inocencia. Si la bondad es un valor supremo de la humanidad, para Dickens su máxima expresión estaría en la infancia.

El fantasma del presente

La visita del fantasma del presente muestra a Scrooge cómo es la realidad de su entorno, completamente desconocida para él. En un contexto de profundas diferencias sociales y de unas terribles condiciones de trabajo para la clase obrera, Scrooge profundiza en la vida de algunas de las personas de su entorno que, a pesar de sus dramas cotidianos, mantienen la generosidad y la piedad intactas.

De nuevo, la moraleja se muestra diáfana al lector: el dinero, el poder y la acumulación de bienes materiales, no dan la felicidad. Así mismo, Dickens trata de mostrar a lectores de toda condición la vida de diferentes estratos sociales con el objetivo de despertar la empatía y la solidaridad.

El fantasma del futuro

A estas alturas del relato, Scrooge ya conoce muy bien cuál es su destino. Pero enfrentarse a él cara a cara es igualmente duro. El protagonista ya sabe que el que siembra vientos, recoge tempestades, y el que siembre mezquindad a su alrededor recoge desprecio y olvido.

Y es entonces cuando Scrooge, finalmente, se arrepiente e implora tiempo, pide una oportunidad más para reconciliarse con el mundo… y consigo mismo. Y así es como la fábula termina con final feliz y un mensaje cristalino: nunca es tarde para encontrar el camino recto.

Dickens y el espíritu navideño

El éxito de la obra de Dickens fue tal que ayudó a asentar la fiesta de Navidad tal y como hoy se sigue celebrando en buena parte del mundo. El sentimentalismo, el histrionismo y la “falta de profundidad psicológica” que percibieron posteriormente autores como Oscar Wilde, Virgina Woolf o Henry James en la obra dickensiana no pareció importar a millones de lectores que se abrazaron al renovado espíritu navideño que propugnaba Cuento de Navidad.

No hay que olvidar el contexto en el que esta obra triunfó, una etapa en la que el paternalismo burgués hacia la clase obrera, además del inicio de diversas propuestas revolucionarias adscritas al socialismo utópico trataron de cambiar por diversos medios una sociedad a punto de ser quebrada por sus insalvables desigualdades.

Pero más allá de cuestiones literarias, históricas o sociológicas, es evidente que Cuento de Navidad sigue de actualidad 180 años después por haber dibujado de forma sencilla y fácilmente comprensible diversos conflictos vitales comunes a todas las épocas.

Los fantasmas del egoísmo, la mezquindad y la insolidaridad amenazaban la sociedad de la Revolución Industrial y siguen amenazando la Sociedad de la Información del siglo XXI. Burlar dichos fantasmas sigue siendo tan fácil sobre el papel como lo era en la fábula de Dickens: no esperes a mañana para hacer lo correcto. Pero la realidad, por desgracia, probablemente sea un poco más compleja que la fábula dickensiana.

 

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