El Cristalazo

LA HIPÓCRITA SINCERIDAD

Publicado por
Héctor García

El viernes pasado cuando las cosas ya llegaban a un punto casi explosivo en el descubrimiento de su deshonestidad intelectual y profesional, la ministra Yasmín Esquivel Mosa, publicó estas líneas en las páginas editoriales de “El universal”.

Se trata de un alegato en su favor para explicar sus intenciones de llegar a la presidencia del tribunal constitucional. Ya sabemos quien promueve esa candidatura y cuán enorme ha sido su berrinche por el torpedo en la Santabárbara de su nave capitana en el favoritismo judicial.

“…Esta es la ruta que propongo –dice YEM– para lograr la consolidación de un PJF a la vanguardia, moderno y que atienda a los cambios sociales que exigen una institución cada vez más profesional, autónoma e independiente.

“Estoy cierta que todas las candidatas y candidatos que aspiramos legítimamente a ocupar la Presidencia de la Corte, perseguimos, con una visión propia el objetivo común de fortalecer a nuestra institución para beneficio de la gente.

“Aspiro a la Presidencia del Máximo Tribunal de la Nación con una profunda vocación, con una propuesta avalada en mi trayectoria en especial en la carrera jurisdiccional, desde la visión de una mujer profesional y con el deseo de aportar una experiencia de más de 35 años de servirle a México, con la ferviente convicción de alcanzar justicia para todas las personas”.

De toda esta sarta de lugares comunes hay una idea notable:

“…una mujer profesional y con el deseo de aportar una experiencia de más de 35 años de servirle a México, con la ferviente convicción de alcanzar justicia…”

¿De verdad doña Yasmín le ha servido a México?

Paradójicamente su mayor servicio a la patria podría ser una honrosa renuncia. Y para eso no hacen faltan 35 años. Ni siquiera treinta y cinco minutos. Pero es imposible, se va a aferrar a la osamenta.

El mismo día de la publicación de sus méritos, ideas, estrategias de renovación y proyectos modernizadores, la señora conoció este comunicado escrito con la prudente elegancia de la Universidad.

“Al llevar a cabo el cotejo pormenorizado de las tesis profesionales de una alumna de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, presentada en 1987, con la de un alumno de la Facultad de Derecho, sustentada en 1986, la Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información de esta Universidad encontró que existe un alto nivel de coincidencias entre ambos textos…

“Alto nivel de coincidencias” es una forma elegante de decir hay cosas copiadas; todas, en este caso.

“…El resultado del análisis mencionado se hará del conocimiento del Comité de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón, instancia encargada de realizar la revisión del caso respetando el debido proceso legal y en estricto apego a los procedimientos y tiempos establecidos en la normatividad universitaria”.

Lo único deseable ahora es la intervención de ese pomposamente llamado  Comité de Integridad Académica y Científica de la FES Aragón, en cuanto a Marta Rodríguez, la vendedora de tesis, quien se podría presentar como aquella famosa novela: “La ladrona de libros” de Markus Suzak.

Esta rotunda abogada y maestra universitaria (pronto dejará de serlo, si hay justicia),  no se robaba los libros; revendía entre los alumnos las tesis de otros compañeros.

Contó haber dirigido tesis en 500 ocasiones, lo cual nos da un total de 11 por año a lo largo de su extensa carrera.  ¿En cuántas de esas hizo su inmoral comercio de robo de propiedad intelectual y fraude? Una fuente consultada en la UNAM me dijo: todo un record mundial.

Pero en medio de todo esto, algo peor destaca: la fofa palabrería exonerante del presidente de la República para su amiga. De tanto acompañar a Pedro Castillo, salió  con un peruanazo…

En fin, quizá haya sido una justicia divina por frecuentes prevaricaciones en favor del Ejecutivo, pero a la señora Esquivel le quiero un sonoro regalo navideño en las voces de mis queridos amigos Enrique “El perro” Bermúdez y Brozo, “El payaso tenebroso”, para escucharlos decir a todo pulmón

¡La tenía; era suya…!¡Lástima, yasmincita!

Rafael Cardona

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Héctor García