Convertida en golpeadora porril del Palacio del Ayuntamiento de la CDMX –con reconocimiento y abrazos del inquilino del Palacio Nacional–, Layda Sansores, gobernadora de Campeche y conductora de la emisión “La hora del jaguar” (se le conoce más por lo segundo), salta por encima de cualquier mandato judicial y con diversas acusaciones ataca a Ricardo Monreal, coordinador de los morenistas en el Senado y genera, así sea de manera incipiente, un riesgo de fractura en el partido, cuyos mayores peligros no están ni en las febles oposiciones, ni en las manifestaciones callejeras como la anunciada para dentro de 48 horas–; no, el peligro es interno, y siempre ha sido así en los partidos pues el canibalismo y la antropofagia política no son privilegio ni condición exclusiva de la izquierda (si esta teocracia autocrática fuera de izquierda), y para probarlo están las actuales condiciones del Partido Revolucionario Institucional cuya famélica condición actual nace de la división interna, cuando un grupo de inconformes creó una “corriente democrática” de la cual, todos los actuales dirigentes provienen, porque si no hubiera existido la rebeldía de Porfirio, Cuauhtémoc y muchos más (cuyo listado es innecesario), no habría nacido el Partido de la Revolución Democrática de cuyo seno brotó el actual movimiento personalista, caudillista, monoteísta (ahora “cuatroteísta”) encarnado en Andrés Manuel, quien –así son los caciques– todo controla y niega o autoriza, para no darle al árbol oportunidad de mover siquiera una hoja sin su conocimiento y consentimiento, pero por todas partes –sobre todo con este juego perverso de las corcholatas–, se mira el resquebrajamiento de una estructura mal soldada de por sí, cuya condición real es invertebrada, porque el partido no tiene dirigentes; tiene súbditos; no es un partido, es una corte, en el sentido monárquico del espacio reservado a los Versalles de cada tiempo, donde todo es la competencia interna en el infinito juego de congraciarse y llamar la atención del monarca para de ahí derivar a cualquier posición dispensada por el munificente emperador quien alimenta a las palomas, camina por la vida, desperdigando los granos de su bondad en cargos y encargos tal si alimentara a las palomas del campo, cuya vigencia depende del gusto o el capricho; jamás de la capacidad o el buen trabajo, y así en esas condiciones las fracturas no son hijas del disenso teórico, la deliberación ideológica o programática; son codazos, empellones, puñaladas y programas de internet o radio para quitar de en medio del opositor interno, lo cual puede producir varias cosas, alguna peligrosa, como herida profunda en la entraña cuya hemorragia interna no pueda ser contenida por el taumaturgo o el hemostático, como decían de Rasputín, pero así son ahora las cosas y Claudia Sheinbaum quien se ha creído esa posibilidad por la presidencia femenina, golpea a Ricardo Monreal atrincherado tras una fortaleza prestada, porque toda su capacidad –política, económica, mediática y social— se deriva de una decisión del Palacio Nacional; pues en el momento necesario (y sólo AM sabe cuando será), el presidente, con la misma facilidad como le dio la posición, lo puede remover de la coordinación de los senadores y por consecuencia del control de la Junta de Coordinación Política, y entonces muy pocos se irán con él, a juzgar por la manifestación vernácula de hace unos días cuando apenas pudo juntar a trece de los suyos* (Rocío Abreu, Cecilia Sánchez, Maribel Villegas, Gricelda Valencia, Soledad Luévano, Jaime Bonilla, Alejandro Armenta, Elí César, José Ramón Enríquez, Ricardo Velázquez, Rafael Espino, José Erandi Bermúdez y María Merced González) y se vio obligado a presentar sus dotes musicales en el canto ranchero, desafinando la canción de la despedida decembrina de José Alfredo Jiménez (ni Carlos Navarrete cantaba peor), en el mismo espacio donde cualquiera ofrece una conferencia de prensa –a medio patio, pues–, porque no podía hacerla en ninguna otra parte, pues no son los auditorios del Senado espacio para dirimir querellas personales en contra de una improvisada ( y apadrinada y amadrinada) conductora de horarios felinos en los jaguares del hastió campechano, pero así son las cosas y no nada más en esos ámbitos porque ya vemos cómo se les gastan los Morenos, por ejemplo en Coahuila, donde Guadiana (cuánta inversión desperdiciada en aportaciones) no se quita el sombrero ante el inútil Ricardo Mejía Berdeja cuya verborrea en la contabilidad mortuoria de la violencia sin freno, no alcanza para disimular el fracaso gubernamental en el restablecimiento de la paz y la justicia en estos sangrientos tiempos de imposible tranquilidad, mas no habrá poder en contra de Mejía señalado ya por el dedo divino y contra eso, todavía, no hay poder posible, ni camino alterno
*“…al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga…”
MEDICINA
La industria farmacéutica mexicana –dice Juan de Villafranca, presidente de la industria farmacéutica nacional, increíblemente resistente a los golpes de la IV-T, y con nuevas promesas de cooperación, casi a fines del sexenio–, vive un momento de gran trascendencia, porque propicia la producción y evolución de sus medicamentos para saltar de los genéricos a los fármacos de alta especialidad – biocomparables y biotecnológicos -, para lo cual –se ha dicho en el foro de Biosimilares de Latinoamérica, efectuado en Cancún, Quintana Roo, se requiere un periodo de investigación, una visión de largo plazo y grandes inversiones, porque el mundo avanza en la investigación y en el desarrollo tecnológico, frente a lo cual México no debe quedarse quieto y rezagado aunque el impulso no provenga del gobierno –como no lo hace—, sino de quien tenga ojos para ver y talento para trabajar en tratamientos contra el cáncer, las enfermedades autoinmunes, la diabetes, así como para otras graves enfermedades.
Rafael Cardona