El Cristalazo

Como si no hubiera pasado nada

Publicado por
Héctor García

Hace un par de días me reuní con un devoto priista cuya identidad resguardo –habría dicho Ruiz Cortines–, “en la más íntima intimidad”.

En esa circunstancia comentamos — él lleno de entusiasmo por Beatriz Paredes y sus aspiraciones presidenciales; yo en el escepticismo–, la reunión convocada por Alejandro Moreno para ver el desfile de las ambiciones desde el palco del Auditorio Plutarco Elías Calles.

A pesar del medio siglo y más de actividad política, mi amigo no pudo responderme esta pregunta:

 –¿A qué van todos estos, quienes hacer apenas unas semanas miraban con recelo, y hasta con exigencias de renuncia, al hombre a cuya voz acuden presurosos a formarse en una pasarela sin sentido?

 La verdad el PRI no tiene remedio.

Algo de la vieja obediencia acrítica sobrevive. Y quienes los vemos desde afuera –a pesar de tener amigos ahí y de conocerlos a todos; a todos y hasta simpatizar con la mayoría–, no podemos sino sentir pena ajena.

Personas de larga trayectoria como Beatriz Paredes, por ejemplo, acuden con la seriedad de sus planteamientos a un partido cuyo comité ejecutivo está formado por una sola persona cuyo prestigio es tan delgado como el hilo flaco de sus compromiso y servicios con el Palacio Nacional, amagado con un proceso de desafuero, señalado por la fiscalía de Campeche por innumerables delitos, y aun así protegido por el fuero y el partido cuyo capricho domina.

¿Cómo podrá Paredes presentar una opción electoral fuerte, sin un partido detrás de ella o sin una alianza viable, una vez demolido el frente de hace meses con el PRD y el PAN, gracias al nuevo gerente de un hipódromo de potros en reversa?

Con esa misma disciplina le cerraron el paso, mediante candados de elección popular, a los “tecnócratas”, cuando esta palabra se pronunciaba con la misma repugnaría usada hoy para los vocablos, neoliberal reaccionario, clasista, racista y demás.

Y a pesar de eso, José Ángel Gurría se forma en la fila del grotesco espectáculo de una presentación verborréica de supuestos promotores de formulaciones políticas contenidas desde ahora por los dictados populistas en franco ejercicio.

¿Alguien le podrá creer a Gurria una fórmula viable en favor de los pobres, por mencionar la base del credo de la 4 T, cuando lleva años viviendo el extranjero en altos cargos internacionales? Cuando asome la nariz le recordarán al “Ángel de la dependencia”. No es una cuestión de talento o capacidad. Es la imagen, la percepción y el sedimento de la prédica lopezobradorista en la canonización del pobrismo, por ejemplo.

Y contra eso no hay defensa.

–¿Entonces, me dijo mi pragmático amigo, no hacemos nada? ¿Nos cruzamos de brazos a esperar el triunfo solitario de Morena? ¿Renunciamos a presentar a nuestros mejores cuadros?

–No, le dije. No es una cuestión de individualidades, es un problema del conjunto. Si el partido no trabaja abajo, si se empeñan en pelear por una presidencia perdida, no van a reconstruir su fuerza de antaño. La cúspide ser sostiene por la base

“Necesitan ganar el Congreso; no la presidencia. Por eso deben hacer labor de base, ganar diputados locales y federales; senadores. Y a la siguiente elección presidencial –2030-2036–, tener lo de antes: una base nacional. Una base política, no burocrática, como la tiene ahora Morena, cuyos militantes son borregos acarreados y estómagos agradecidos por los programas sociales. Eso deben hacer.

“Pero si se someten a una dirigencia cuya mayor aportación ha sido la “transexenalización” del mandato de Andrés Manuel cuyo militarismo propusieron, promovieron y aprobaron para darle operatividad constitucional al siguiente gobierno con el ejército en las calles, por ejemplo, pues no van a ir a ningún lado”.

Lo siguiente ya no se lo dije, pero por ese extraño concepto de la disciplina no fueron a ninguna parte cuando aceptaron a Meade y sabotearon el trabajo de Beltrones.

Rafael Cardona 

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Héctor García