Juan María Naveja

 

 

 

La sorpresa fue que el presidente reconociese que cambió de opinión después de unos 15 años de prometer el regreso de los militares a los cuarteles, con el mismo argumento de sus antecesores sostuvo que las policías no eran la solución para enfrentar el problema de la inseguridad.

De un plumazo reivindicó al expresidente Felipe Calderón, quien sacó de los cuarteles al ejército y la marina, con una gran diferencia, el fortalecimiento de la policía judicial federal que había creado Ernesto Zedillo.

Peña Nieto mantuvo en las calles a los militares y no pudo concretar el proyecto de la gendarmería.

Tampoco era indispensable la admisión de López Obrador, ya era de dominio público la militarización que ha desplegado dando tareas de todo tipo a los uniformados, si acaso obligó a sus seguidores a buscar justificantes para dar el giro total de sus protestas del pasado para hacer de la militarización la llave maestra que ahora pregonan.

El problema ya le va a corresponder al próximo presidente. La policía quedó disuelta, apenas unos cuantos de sus elementos se quedaron en la guardia nacional que hasta ahora no da para creer que será la solución, por el contrario, se pueden anticipar serios problemas administrativos.

Ya solo le quedan dos años a este gobierno, difícilmente logrará revertir la tendencia que lo perfila con las más altas cifras delictivas en lo que va del siglo.

Se supone que las fuerzas armadas han sido un recurso para atacar los delitos de alto impacto, pero el problema de la inseguridad se extiende a lo largo y ancho del país con los delitos del fuero común que deben enfrentar las policías estatales y municipales, desgraciadamente en lugar de fortalecerlas, en muchos de los casos se han quedado a merced de los grupos que dominan gran parte del territorio nacional.

La judicial federal seguramente tenía vicios y elementos corruptos, pero no como lo señala López Obrador, quien descalifica sin pruebas a miles de personas que fueron capacitadas. En últimas fechas se ha reconocido el trabajo de la corporación que dirige Omar García Harfuch, quien se formó en las filas de esa policía que a diario denuesta el presidente.

Mecanismos como la plataforma México, el intercambio con organizaciones de otros países, los exámenes de confianza, entre otros; se fueron extinguiendo.

Desde hace varios sexenios se viene advirtiendo del involucramiento de algunos gobernadores y presidentes municipales con cárteles y delincuentes, lejos de aminorar con el paso del tiempo se han fortalecido, como se pudo observar en el proceso electoral de 2021.

Para los militares tampoco ha sido de su agrado participar en tareas de seguridad pública, no está en su formación y se nota, tanto con Calderón como con Peña Nieto fueron insistentes en que se legalizaran las funciones que les agregaron. Ahora es diferente porque han recibido poder y dinero, pero no quieren que termine otro sexenio sin contar con la legitimidad de las acciones que vienen desarrollando.

Se suponía que las fuerzas armadas estarían en las calles mientras se integraba y desarrollaba una corporación confiable cosa que no ha sucedido. Sí hay casos de entidades que han bajado los índices delictivos, lo que viene a ratificar que la tarea está en contar con policías estatales y municipales confiables.

Es posible que al final de cuentas el presidente se salga con la suya y consiga incorporar a la guardia nacional a la Sedena para completar la militarización en que ha estado empeñado. Una militarización que no tuvieron ni Calderón ni Peña Nieto.

 

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