El Cristalazo

Adán Augusto; La falta de oficio

Publicado por
Héctor García

Felicidades a los Sagasti en el aniversario de “El periódico de Tlaxcala».

Cuando una tarde, bajo la lluvia, Miguel Ángel Osorio Chong abandonó su oficina en la secretaría de Gobernación para atender a los manifestantes politécnicos congregados en torno del reloj de Bucareli, para decirles, sus demandas son nuestras, lo vamos a resolver, parecía estar inaugurando una forma de atención al ciudadano, desconocida hasta entonces, al menos en el control de la política interna del país.

Era una forma de enfrentar los problemas notablemente innovadora, especialmente si se trataba de un gobierno neoliberal, como le llaman ahora peyorativamente al periodo de Enrique Peña Nieto.

“(AN).- En un hecho insólito, el funcionario salió a la calle (tres octubre 2014) en mangas de camisa y subió a un templete donde los estudiantes le entregaron el pliego petitorio. El secretario respondió de ese modo al grito de “Queremos a Chong, queremos a Chong”, de los estudiantes.

“Los alumnos del Politécnico realizaron una marcha desde el Casco de Santo Tomás y se organizaron de tal forma que evitaron la infiltración de varios sujetos semi embozados que intentaron sumarse a la masiva manifestación”.

Los estudiantes protestaban por cambios al reglamento general del IPN promovidos por la directora, Yolloxochitl Bustamante quien poco después fue retirada del cargo. Pero esa es otra historia.

Lo notable fue la actitud. Y el ejemplo.

Al menos así parecía haberlo entendido el actual secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien, sin embargo, le dio una variante al procedimiento. En lugar de salir a dialogar o resolver, salió a regañar.

Y no fue un regaño a cualquier revoltoso lanza piedras, fue una ironía innecesaria contra una mujer cuya solicitud era muy simple: ser tomada en cuenta y ser tomada en serio en cuanto a la desaparición de su hija.

Obviamente el asunto de los desaparecidos -y valga la digresión–, es uno de los peores pantanos en la administración lopezobradorista por varias razones. La primera, por haber abordado tan espinoso tema mediante el peor método: sembrar esperanzas donde no las hay Y prometer cosas imposibles. Y para eso han perdido el tiempo, el dinero y las esperanzas.

Pero mantienen una burocracia de pipiripao, comandada por el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, cuyos resultados se le embarran al manchego.

El episodio del intolerante secretario, cuyo escaso oficio político no le permite endurecer el pellejo y aguantar una crítica o una censura un reclamo (pobrecito), se desarrolló de la siguiente manera, según relatan los testigos y muchas cámaras cuya precisión mecánica no admite pretextos de cita fuera de contexto. El contexto y la torpeza están a la vista.  No cabe cualquier otra interpretación.

“(AP).- El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, tuvo un encuentro con madres de personas desaparecidas que protestaban afuera de la dependencia.

“Durante la reunión, una de las manifestantes le pidió que firmara un documento para que quedara constancia de que atendería sus peticiones.

“Sin embargo, el funcionario, le cuestionó:

– ¿A ver usted confía en mí?

–“Yo ya no confío en nadie”, dijo la mujer.

“A lo que Adán Augusto respondió:

–Yo tampoco confío en ustedes”.

“La madre continuó diciendo que ella necesitaba un papel firmado; a lo que segundos después, López Hernández accedió y aseguró que firmará los acuerdos a los que lleguen”.

Obviamente el dichoso pape firmado terminará siendo usado con propósitos sanitarios, pero lo notable es la reacción con desdén monárquico”.

–¡Ah!, ¿no tienen pan?, pues coman pasteles, habría dicho otra comadre de Macuspana. Si no confía en ellas o su legítima protesta, ¿para qué habla con ellas?

Esa respuesta recuerda otra, cuando fue interrogado sobre las posibles sanciones del INE en torno de su activismo preelectoral.

–Al fin ya los diputados van a desaparecer el INE, dijo orondo y dichoso.

No cabe duda, el ejemplo es contagioso, pero también la soberbia.

Rafael Cardona

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Héctor García